abril 24, 2011

LOS LIBROS


“Se puede hacer casi todo sin luz excepto escribir. Escribir exige luminosidad. La vida se abastece de la sombra, la lectura exige claridad” Serres


En este sentido y acercándonos a los problemas planteados por las nuevas tecnologías de la información y la comunicación. Lo que se ha vuelto una discusión sobre el futuro del libro y, por ende, de sus depositarias, las bibliotecas. Hoy, los soportes y los formatos electrónicos de la información, indiscutiblemente, han propiciado de forma paradójica “la reaparición de los aspectos más arcaicos de la civilización del libro (como el gusto por la caligrafía y la bibliofilia) y la emergencia de nuevas formas de lectura y de escritura”[1]. Al igual que nuevas las nuevas formas de organización documental apoyadas en la agilidad, capacidad y rapidez de los nuevos soportes.

Independientemente del formato, los libros, funcionan como una interfase entre el autor y el lector, estos continúan perteneciendo al sistema de comunicación, con la particularidad de promover la diversidad acrecentándola cada vez más. Históricamente, se ve con claridad que los libros sobreviven y permiten que el hombre viva y habite, sin importar ‘el formato’, pues cuando surge la imprenta se gana ligereza con respecto al códice medieval, brindando ya en ese momento cierto nivel de ubicuidad. Hoy día, con los formatos y soportes electrónicos de la información, sucede algo equiparable a la revolución propiciada por la imprenta, pero quizá a otra escala, más planetaria.

Niños, jóvenes y adultos, lectores de múltiples soportes de informaciones no remplazaron sin embargo al libro tradicional por el libro electrónico, ya que este“sólo convence de hecho a los lectores profesionales que buscan explorar, más por juego que por necesidad, las potencialidades de la lectura intensiva, tales como la investigación de ocurrencias o la anotación; sólo sirve para reproducir el “contrato de lectura” tradicional, pero sin la dimensión ergonómica, sensorial y afectiva del verdadero libro, y sin la apertura hacia la dinámica de las redes del saber.”[2] Estamos en un momento de coexistencia entre lo analógico y lo digital, en el papel del libro actual, como vehículo de los seres humanos usan para mover ideas en torno a tiempo y espacio se mueve en un porcentaje creciente, por el creciente mercado y por el acceso a la Internet, este en el mundo digital. Por ello es importante disponer de conocimiento sobre los soportes tecnológicos y vencer las barreras lingüísticas.

En cualquier formato que surja, los libros y las bibliotecas continuarán proporcionando bases para crear lectores críticos, sociales y políticos. Sin embargo, a los bibliotecólogos, los promotores de lectura y a los docentes, les espera un arduo camino en los nuevos envites de la información, la trasmisión y la comunicación. En suma; lo importante, hoy día, es hacer una reflexión en torno al contenido de la memoria misma y de su transformación constante.



[1] BAZIN, Patrick. Después del orden del libro. Médium, Transmettre pour innover, n° 4, julio-agosto-septiembre, 2005, pp. 7-21. Traducido del francés por Jorge Márquez Valderrama. Universidad Nacional de Colombia. Medellín, octubre del 2005.

[2] Ibíd., p.5

abril 23, 2011

EL BIBLIOTECÓLOGO






Imagen de Ivonne Lee.

"En la literatura bibliotecológica existen referencias al bibliotecólogo como la rata de biblioteca, el gestor de información, el administrador de las bibliotecas, el policía de los libros, el encargado de la biblioteca.

Desde esa mirada disciplinar se retoma a Enrique Molina Campos quien, en su texto Teoría de la Biblioteconomía enuncia queel bibliotecario es un técnico de la comunicación entre un depósito de documentos y los lectores que llegan a los documentos, y también un técnico de los sistemas bibliotecarios y de las redes bibliográficas en cuanto conjuntos estructurales e informacionales de colecciones particulares, un especialista de los procedimientos de mediación cartográfica y bibliográfica[1].

En la actualidad, al bibliotecólogo se le exige el dominio de competencias diversas: mediador, comunicador, educador, intelectual y académico. Como mediador, comunicador y educador, el bibliotecólogo se ve implicado en la puesta en común de la cultura, no sólo al propiciar acceso a la expresión, al conocimiento y a la creación cultural, sino también al propiciar espacios donde las personas se reconozcan como actores de procesos sociales y culturales que viven. Le corresponde permitir y fomentar un entorno comunicativo, pues la comunicación –como lo expresa Jesús Martín-Barbero– es percibida como un escenario cotidiano del reconocimiento social, de la constitución y expresión de los imaginarios con los cuales las gentes representan lo que temen o lo que tienen derecho a esperar de sus miedos y esperanzas[2]. En este sentido, el bibliotecólogo y la biblioteca propician un encuentro intercultural cruzado por la educación y la comunicación. En el ambiente de la comunidad de lectores, el bibliotecólogo utiliza la lectura para ampliar el universo personal y permitir la construcción y la recreación simbólicas del mundo, en la confrontación del propio mundo con otros universos sociales y culturales.

Los intelectuales, en tanto productores de conocimientos, pensamientos, teorías sólo tienen existencia por la puesta en común. Ésta a su vez no se detiene en la publicación, la biblioteca y sus actores –entre ellos los bibliotecólogos y usuarios– constituye uno de los lugares privilegiados de apertura hacia la comunicación y divulgación de la producción intelectual de la aldea planetaria: el bibliotecólogo y la biblioteca trabajan en la apertura de espacios de interlocución donde toman forma la identidad y el ethos cultural de una determinada comunidad. La metáfora de la biblioteca como ventana y del bibliotecólogo como quien abre ventanas es pertinente aquí, pues en la biblioteca cada comunidad puede, al mismo tiempo, conocerse a sí misma y abrirse al mundo.

El papel de los intelectuales y/o académicos en una sociedad está comprometido en las posibilidades de apertura hacia actitudes más reflexivas y críticas frente a la investigación, la construcción de saber, las tomas de posición y su socialización. Todo este espacio de saber, de debate y de placer puede incidir en la configuración y cambios del espacio público como espacio simbólico.

De esta manera, los roles de intelectuales y académicos de los bibliotecólogos incluyen, además de la labor diaria de investigación, abordar los entresijos sobre qué es lo que se estudia y para qué, en aras de que su trabajo no se quede en dar cuenta de lo que sucede. Estos roles deben orientarse a intervenir en sus realidades inmediatas para ser actores del cambio social."*


[1] MOLINA CAMPOS, Enrique. Teoría de la Biblioteconomía. España: Universidad de Granada. 1995; p. 26.

[2] MARTÍN-BARBERO, Jesús. Comunicar entre culturas en tiempos de globalización. En: Formación en Gestión cultural. Santafé de Bogotá : Ministerio de cultura, 2000.

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