septiembre 29, 2009

LA BIBLIOTECA UNA MEMORIA QUE DEJA HUELLA


El hombre se caracteriza por ser el único ser viviente que para poder vivir debe inventar su propio mundo; en lo que se pude recalcar el hecho que incluso debe tener un referente de otro para lograr ser él mismo. Además, este para poder sostener su ficción debe trasmitirla, lo cual se “aplica tanto a los bines como a las ideas..() tanto a las fuerzas como a las formas”[1]

Para la creación de dicho mundo, uno ficticio del que alardea ha dominado la naturaleza por su grandeza, sin tener la conciencia de tener que inventarla para asumir su rol dominante.
Si ha de vivir debe enfrentar la muerte y así sobrevivir, para ello ha creado diferentes formas que aflorar, desde lo práctico, lo sagrado, lo mágico, en la búsqueda de la finitud; todo esto para pretender lograr la infinitud.

Así el hombre vive en grupos de comunidades que se conforman en las diferentes maneras de estar juntos, que conllevan a crear la “existencia de las tradiciones; las cuales aseguran, de una generación a otra, la transmisión de las cadenas operatorias que permiten la supervivencia y el desarrollo del grupo social. Se puede discutir sobre las identidades y las disimilitudes, pero el grupo sobrevive mediante el ejercicio de una verdadera memoria, en la cual se inscriben los comportamientos;… () en los antrópodos la memoria propia de cada etnia reposa sobre el aparato no menos complejo del lenguaje”[2]

Las diferentes formas de lenguaje y con la técnica se ha permitido que el ser humano deje huella en su transitar humano, que termina por convertirlo en signo de la presencia ausente de la muerte. “Es correcto decir que el hombre transforma las cosas con instrumentos que, a su vez son cosas elaboradas. ().. pero es verdad decir que no hay hombres ni cosas sin instrumentos.”[3] Pero cómo surgirían las herramientas o instrumentos con los cuales el hombre pude ir creando su nicho de vida y su escudo para enfrentar la inevitable muerte, si no es a través un comportamiento técnico. Dicho proceder aborda un nivel denominado por Gourhan como específico, sociotécnico, e individual.

Ahora bien, el hombre ha vivido por la técnica, es también consecuente decir que la técnica ha configurado un papel primordial en el desarrollo de las comunidades humanas, pues son ellas las cuales han permitido la actualización de lo humano.

Y como dice Gouhan “lo propio de las sociedades humanas es acumular las innovaciones técnicas y conservarlas, lo cual está ligado a la memoria colectiva, mientras que depende del individuo organizar sus cadenas operativas, conscientemente, hacia la fijación de procesos operatorios nuevos”[4]. Este mismo autor señala que la memoria colectiva puede dividirse en cinco períodos: el de la transmisión oral, el de la transmisión escrita con tablas o índices, el de las fichas sencillas, el de la mecanografía y el de la separación electrónica.

Con todas esas memorias colectivas se dejan huellas, con las cuales se ha vencido a la muerte, entre una infinitud de huellas encontramos los libros, los cuales hacen parte de la memoria de la humanidad a través de los tiempos; y como diría Felix Duque, dicho instrumento le sirve al hombre para ver la realidad que encarna su saber práctico y la propia materialidad. Y un lugar caracterizado por conservar los libros es a su vez la biblioteca, proveniente de 2 palabras de origen griego; biblion que significa libro o documento y teké, que quiere decir caja.

Para los bibliotecólogos, actualmente les es difícil reconocer sus roles profesionales, pues si bien la biblioteca se ha caracterizado por ser aquel espacio de bodega para el pensamiento humano, las necesidades y la puesta en escena de los compromisos que adquiere dicha institución para con las sociedades modernas la hacen replantearse en su función, su misión y los roles de los profesionales al frente de dichas unidades de información.

Para el teórico Jesé Shera, la biblioteca como institución social tiene la finalidad de servir a la cultura y es un organismo de comunicación, en tanto que el bibliotecólogo desempeña el papel de mediador entre los seres humanos y sus registros gráficos. Este estaudinese, con su discurso plantea un ron de la bibliotecología enmarcado dentro del proceso de la comunicación. Por otro lado, son los soviéticos, quienes resaltan la valoración del papel de la biblioteca no sólo como un componente clave en el sistema social de comunicación sino, fundamentalmente, como parte orgánica de la vida social, económica y cultural de un país y como institución formadora de la conciencia social. La biblioteca ocupa un lugar central en la estructura de la circulación y la utilización social de los libros, de la orientación de la lectura y del servicio de información a la población, y como el espacio propicio para la formación de una personalidad armónicamente desarrollada, esto es, la biblioteca como base de la educación en tanto contribuye a la formación del aspecto espiritual y de la conciencia política y social del hombre, y como centro de divulgación de los logros de la ciencia y de la técnica: "La biblioteca es una institución ideológica y científico-informativa"[5], que orienta la labor educativo-cultural y de información a toda la población. En resumen, según la Bibliotecología soviética, las bibliotecas son instituciones culturales educativas, ideológicas y científico-informativas que posibilitan la participación de las comunidades en la toma de decisiones políticas, económicas, científicas y culturales[6].

La biblioteca se considera, pues, una institución social tan importante como la escuela o la empresa, máxime en el tiempo actual, cuando la información se ha convertido en un componente fundamental de la dinámica mundial en todas las actividades humanas. Así, en la biblioteca se realizan actividades que contribuyen a la creación y transmisión de valores o de significados, cuyo fin es modelar el comportamiento social mediante la formación de las personas y su integración a las convenciones y estructuras culturales por medio del libre acceso al conocimiento contenido en los registros gráficos.

Hoy en día la Biblioteca, institución esencial de la Bibliotecología representa el lugar de encuentro de situaciones, contacto o acciones conjuntas entre individuos de distinta cultura; es vista como institución traductora de interculturalidad, por tanto genera una interacción comunicativa con la otredad, con lo diverso, con las diferencias.

La Biblioteca al estar inmersa en un espacio semiótico sirve de traductora y puede situarse como filtro pues codifica los signos y los hace públicos. A través de su papel como traductora, la Biblioteca logra la intersección entre el conocimiento registrado, el lector y su herencia cultural, es decir propicia el encuentro con la tradición.

La biblioteca por esencia es un espacio multicultural pues sus agentes son reconocidos como diversos, y a la vez propicia la interculturalidad, es decir posibilita la comunicación y el diálogo respetuoso y tolerante. Ella conserva las huellas, hace parte de la memoria de la humanidad, posibilita el intercambio y genera el espacio para la convergencia de la diferencia, su rol se ha visto transformado al albergar en ella un espacio para el arte comprometiéndose así en un espacio abierto a las representaciones culturales. Permitiendo que el hombre accedas a su memoria escrita e inscrita en las representaciones artísticas.


Bibliografía
[1] Debray p.15-16
[2] GOURHAN, André Leori. El gesto y la palabra : la liberación de la memoria. p.216
[3] DUQUE, Felix. Filosofía de la técnica de la naturaleza. p.40
[4] GOURHAN. Op cit., p. 229
[5] CHUBARIAN, O. S. Bibliotecología general. La Habana: Ministerio de Cultura, 1976. p. 57
[6] Ibid., 367 p.


(Octubre, 2004)

septiembre 24, 2009

LA BIBLIOTECA ES LLAMADA A LA DECONSTRUCCIÓN



Apoyándonos en el logo-centrismo la dicotomía ha sido el soporte de nuestra cultura occidental, el dos, la pareja, lo bueno y lo malo, lo oscuro y los falso, lo artificial y natural, alma y cuerpo, causa y efecto; existe un mundo verdadero y un mundo falso, existe un mundo que es fundamento de un mundo fundamentado o real, peor lo real debe tener un fundamento.

Nos creamos como hombres cuando tuvimos un referente de otro, pudimos sobrevivir puesto que intervenimos el entorno, el hombre se constituye de cuerpo, el cual delimita un espacio en un tiempo especifico. Su inquietud con la muerte, su impotencia ante ella, le ha determinado una cronología temporal, que necesariamente tendrá que vivir en un espacio designado.

Una dicotomía más para el hombre, tiempo y espacio. Pero desde el punto de vista estético cómo pudiéramos encajar esto?, sería mirar lo interior como el tiempo lo exterior como el espacio. Pardo nos aclara que nuestra mirada debe ser doblada y desdoblada, pues el tiempo no es más que el despliegue de la interioridad y el espacio el repliegue de lo exterior. “El tiempo es el espacio interiorizado, y el espacio la exteriorización del tiempo, el tiempo es un repliegue del espacio y el espacio una desenvoltura del tiempo: el tiempo concentra o condensa el espacio; el espacio distiende, expande y dispersa el tiempo. Las cosas experimentadas no son así más que concentrados de espacios-tiempos, redes de relaciones, lance y colecciones de diferencias.”[1]

En el ámbito bibliotecológico, es supremamente difícil posicionar a los sujetos como un cuerpo configurado por un devenir de sensibilidad y de sentido, pues ha replegado su acepción de usuario. Los usuarios son individuos o grupos de personas, los cuales viven y poseen la capacidad de enfrentan diferentes realidades, circunstancias y problemas, en esta última ellos necesitan identificar los requerimientos informacionales necesarios y la utilización de la información, para así poder resolver sus dificultades, ya que utilizan la información para la toma de decisiones o para aplicarla en procesos de decisión. Rendon Rojas, establece que “…el usuario se encuentra dentro de la dinámica del proceso de comunicación social documental... ( )es el ser humano (ideal) que puede exigir satisfacer ciertas necesidades de información documental”[2], la cual es la que hace que él sea “el origen y fin de la actividad bibliotecaria. Él es el que motiva el proceso informativo con su deseo de satisfacer una necesidad de información y sólo con la satisfacción de ésta se culmina tal proceso”[3]. Retomando el texto “Los Usuarios” de Claire Guinchat y Michel Menou[4], se puede decir que el elemento fundamental de cualquier biblioteca, es el usuario; el cual representa el eje central, además interfiere en casi todas las operaciones de la cadena documental, en gran medida por ser él quien utiliza las fuentes de información y es el generador de nueva información y conocimiento.

Esta visión independiente que pueda o no ser la correcta para el campo bibliotecológico, da cuenta de que a el usuario no se le toma como un cuerpo configurado por un habitus y un habitat, desde los cuales el primero crea un medio técnicamente eficaz, asegura un marco al sistema social y pone un orden a partir de allí a lo circundarte, en tanto que el segundo es un dispositivo de exteriorización, con ese dispositivo pongo en algo a la síntesis de una historia que se lleva luego para la memoria (monumento).

Entonces, se pudiera pensar que la bibliotecología ha tomado como bandera su función social y como estandarte al usuario, sin embargo, ella misma no puede concebir al usuario sino como alguien en busca de una necesidad informacional; cómo representaría así su función social y transformadora, en caso de ser así. Con relación a esto la biblioteca sería solo un espacio para disponer de estantes llenos de libros, y que en dicho lugar solo se propicie la satisfacción de necesidades informativas.

La visión de una biblioteca con un claridad de sus usuarios como mercaderes de información hace a la configuración del espacio bibliotecario como el predispuesto por “una cultural material, al disponer de las cosas en orden a crear ciertos espacios, estable las condiciones para que tal o cual acontecimiento tenga lugar, y del acontecimiento sólo sabemos, en definitiva, por las huellas que ha dejado en el espacio, por el espacio que ha constituido con esa suerte de decoración cultural. En este aspecto en el que el espacio se nos aparece como algo cercano, como el conjunto de las formas de estilización de la existencia configuradas por los diferentes muebles e inmuebles que lo pueblan.”[5]

Los usuarios de las bibliotecas no dejan de ser sujetos que es producto de sus hábitos y que consiste en su memoria, así mismo la biblioteca no deja de ser el monumento donde se accede a la memoria colectiva. Este acceso se propicia en la mayoría de los casos por el acceso a los documentos.

Los documentos son toda base de conocimiento expresada en un soporte material y susceptible de ser utilizada para consultas, estudios o pruebas, según Lopez Yepes y con base en dicha definición Briet expresa que el documento es “todo indicio concreto o simbólico, conservado o registrado con el fin de presentar, reconstruir o probar un fenómeno físico o intelectual”. El concepto así tratado posee un sentido muy amplio y todo puede ser interpretado como documento. Tanto lo que tiene una expresión material no sólo lo estricto: manuscritos e impresos, folletos, hojas sueltas de propagandas, sino también gráficos, fotografías, dibujos, planos, películas, discos, cintas magnetofínicas, estadísticas, e incluso monumentos, objetos de la vida cotidiana producidos por el hombre o cualquier cosa natural que representa cierto fenómeno”[6].

Según el Diccionario de Bibliotecología y Ciencias de la Información de Martinez de Souza el documento es : “Expresión del pensamiento por medio de signos gráficos (legras, dibujos, pintura, etc.) sobre un soporte (piedra, pergamino, papel, lienzo, película, cinta, etc). Dichos aspectos son el simbólico (signos materiales) y el semántico (pensamiento) del documento, que aurados al aspecto pragmático (sujeto creador y usuarios) nos da un acercamiento semiótico al estudio del documento”[7]. El mismo autor, Rendón Rojas, propone la identificación de los documentos por sus propiedades : capacidad de conservar la memoria social y su función comunicativa social. Y que es “un instrumento de autoconocimiento, al consultarlo nos remite a la comunidad humana de la cual somos elementos”.

Lopez Yepes define el documento una perspectiva antropológica y cultural, y es “la objetivación de un conocimiento en un soporte material con la posibilidad de ser transmitido. Objetivación y posibilidad ser transmitido son las dos notas que configuran la naturaleza del documento”[8]. “Semánticamente el documento nos trasporta al mundo de la información, denota “intenciones del alma”, es decir, conceptos, juicios y argumentaciones ésta es su finalidad específica”[9]. Es un instrumento de autoconocimiento que al consultarlo nos remite a la comunidad humana de la cual somos elementos.

Sin embargo, se puede decir que los documentos de biblioteca son “aquellos que han sido difundidos en general, que representan, por lo común, productos intelectuales íntegros por sí mismos y que tienen su origen en fuentes múltiples y diversas. Son, o se proponen ser, una obra completa. Cuando se encuentran divididos en partes, su unidad viene expresada habitualmente en los propios documentos y ha sido definida por sus autores, compiladores, editores, productores o impresores. Pueden ser manuscritos, impresos, audiovisuales o electrónicos”[10].

Siendo así las cosas, podemos ver que existe un visión tradicional de la biblioteca, en la que ella se ha percibido como albacea del conocimiento o memoria social registrada, sin embargo, la modernidad, los modelos económicos, los avances tecnológicos, las nuevas estructuras sociales y las nuevos usuarios de la biblioteca, hacen que ella se virtualice, se desterritorialice, incluso se podría decir que ella se debe deconstruirse para así territorializarse en aras de los nuevos acontecimientos institucionales que surgen en la actualidad.

Es así como la bibliotecología se enfrenta ante nuevas formas de tiempo y espacio, a reestructurarse como cuerpo, así mismo a percibir a su usuarios como cuerpos, esta disciplina debe transformar su mirada miope a nuevas visiones de su que hacer, esta llamada a realizar una desconstrucción de su fundamentación y a encarar una reflexión critica de su que hacer.

BIBLIOGRAFIA
[1] PARDO, José Luis. De las formas de la exterioridad. Valencia : Pre-Textos, 1992 p. 35
[2] RENDÓN ROJAS, Miguel Ángel. La ciencia bibliotecológica y de la información ¿tradición o innovación en su paradigma científico?. En: Investigación Bibliotecológica. México. Vol. 14, no. 28 (ene.-jun., 2000). p. 81
[3] Ibid., p. 81
[4] GUINCHAT, Claire; MENOU, Michel. Los usuarios. En: Introducción general a las ciencias y técnicas de la información y documentación. España : CINDOC/UNESCO, 1992. 555 p.
[5] PARDO, José Luis., Op. Cip., p. 17
[6] RENDON ROJAS, Miguel Ángel. Op.cit., p. 85
[7] Ibid., p. 86
[8] Ibid., p. 88
[9] Ibid., p. 88
[10] SETIEN QUESADA, Emilio. Teoría biblioteco-informativa en la esfera de la cultura cubana contemporánea. En: Ciencias de la información. La Habana. Vol. 24 No. 3 (Sep. 1993); p. 8

(Febrero 2005)

UN ESPACIO POLÍTICO EN LA BIBLIOTECA



Toda sociedad posee una organización que entre otras es determinada por sus instituciones sociales y culturales. Una institución social es una estructura organizada y estable de valores, normas y procedimientos que integran a un grupo de personas con la finalidad de satisfacer una necesidad social. La institución es el mecanismo con que la sociedad organiza, orienta y realiza las actividades que llevan a satisfacer sus necesidades humanas y a aportar valores o significados culturales. Así pues, se concibe como institución social a la entidad o práctica que genera una sociedad para que desempeñe un servicio específico.

Según lo anterior, se asume a la biblioteca como una institución social en tanto que entidad universal, y a los distintos tipos de bibliotecas como organismos sociales concretos, y según la concepción del teórico en Bibliotecología Jesse Shera, como organismos de comunicación gráfica.

La biblioteca realiza actividades que contribuyen a la creación y transmisión de valores o de significados, cuyo fin es modelar el comportamiento social mediante la formación de las personas y ciudadanos comprometidos, críticos y participativos (esto especialmente en las bibliotecas públicas y populares) a través de la lectura y por medio del libre acceso al conocimiento contenido en los registros gráficos.

Una institución como la biblioteca con lleva necesariamente a procesos de transmisión y comunicación, acontecimientos fundamentales para la conformación y supervivencia de las comunidades, independiente de cualquier jerarquía establecida dentro de ella, por ello retomando a Baugarten para quien “toda cultura implica comunicación; pero la comunicabilidad universal entre los hombres, con independencia de rango social, capacidad intelectiva o habilidad técnica, no viene dada por el juicio científico, sino por el juicio de gusto estético. O sea,: no por un juicio objetivamente universal y necesario, sino por un juicio que es condición de posibilidad de aquél y, por ende, ontológicamente previo, o sea: por un enjuiciamiento universalmente válido y valorativo”[1]. La biblioteca una institución totalmente estética, que se virtualiza por medio de acontecimientos constantes que en ella confluyen, tanto de los usuarios como de la misma biblioteca.

En el cumplimiento de su misión, la biblioteca es la institución social llamada a orientar a la comunidad hacia la información y a la información hacia la comunidad, y a capacitar a ésta para el manejo y aprovechamiento racional de los recursos tecnológicos e informacionales. Es por ello que la biblioteca está en un constante desarrollo, dado que se encuentra ligada al ser del hombre, en la medida en que almacena el conocimiento bibliográfico, pudiendo así proporcionar las condiciones necesarias para satisfacer las necesidades de los lectores, además en ella se puede dar y se da el autoconocimiento del espíritu humano objetivado y permitiendo su desarrollo[2].

La Biblioteca se constituye, para los bibliotecólogos[3] en la actualidad, como un lugar que propicia el encuentro de situaciones, contacto o acciones conjuntas entre individuos de distinta cultura; ella ha dejado su función primera de bodega para libros, pasando por la clasificación y organización de documentos, la sistematización y disposición de los registros gráficos, y la evaluación de colecciones, para convertirse en un espacio donde se posibilita como un lugar de encuentros, y en ella se vive la vida pues se dan siempre a cada instante acontecimientos en los cuales los usuarios (haciendo aquí una ligera y muy respetuosa alusión al término espectadores de Felix Duque referente muy coloquial de transeúntes o viajeros, e incluso se pude hacer alusión a los viandantes) generan una interacción comunicativa con la otredad, con lo diverso, con las diferencias económicas, sociales, culturales y étnicas. Aquí podemos hacer alusión a uno los procesos más complejos de las bibliotecas, los estudios de usuarios y de comunidad. Cada unidad de información bibliotecaria esta enmarcada bajo unas políticas institucionales, unas necesidades producidas por el entorno, un desarrollo de colecciones específico según su tipología, y por supuesto unos servicios que deben satisfacer las necesidades de sus usuarios.

Al momento de dejar la mirada tradicional (especialmente la concepción de la biblioteca universitaria o especializada), ella se presenta como “el espacio de los merodeadores, de los paseantes, de lo mirones desocupados a la espera de ver cumplirse la naturaleza glauquica de lo urbano, hecha de ladrillos y de puntos de focalización efímera: luces de neno, escaparates, pero sobre todo acontecimientos inopinados, como una pelea, cualquier hecho extraño, el objeto llamativo encontrado por azar, un encuentro o reencuentro casual, acoso un accidente, todo aquello de lo que se puede luego relatar en términos de: de pronto”[4].

Por “el hecho de que nuestra existencia sea forzosamente espacial tiene, sin duda, que ver con el hecho de que somos cuerpo(s), de que ocupamos lugar. Pero ocupar lugar es sólo posible porque hay un lugar que ocupar, nuestro cuerpo mismo es espacio, espacialidad de la que no podemos liberarnos”[5], y las bibliotecas ocupan un espacio físico dentro de las arquitecturas de las urbes, las ciudades, lo pueblos, e incluso en algunos casos muy concretos incluso de las residencias de lo sujetos.

Los grupos que forman comunidad, se hace énfasis en este caso de las culturas occidentales, han tenido sitios característicos en su consolidación espacial, en los monumentos arquitectónicos que crean pues pertenecen a “una cultura material, al disponer las cosa en orden a crear ciertos espacios, establece las condiciones – especie de aprioris precarios y provisionales – para que tal o cual acontecimiento “tenga lugar”, y del acontecimiento sólo sabemos, en definitiva, por las huellas que ha dejado en el espacio, por el espacio que ha constituido con esa suerte de “decoración” cultural. Es, sin duda, en este aspecto en el que el espacio se nos aparece como algo –incluso excesivamente- cercano, con el conjunto de formas de estilización de la existencia configuradas por los diferentes muebles e inmuebles (en sentido lato) que lo pueblan”[6]. Es así como al ir armando esa comunidad hay elementos que se podrían denominar aquí como característicos como son las iglesias, los hospitales, las escuelas, y entre muchos otros incluiríamos las bibliotecas.

La biblioteca por esencia, y sin hacer mucho énfasis en los grandes aporte arquitectónicos bibliotecarios como los brindados por Aalto[7], se constituye como un espacio multicultural pues sus agentes son reconocidos como diversos, y a la vez propicia la interculturalidad. De esta manera la biblioteca permite el contacto entre la malla de significados o sentidos propios de la cultura, posibilita además, la comprensión de los sentidos que tienen las cosas y objetos para los otros. La Biblioteca logra la comunicación intercultural “cuando se llega a un grado de comprensión aceptable para los interlocutores, es decir, cuando los interlocutores son capaces de comprender acertadamente lo que unos y otros quieren decir, porque comparten significaciones en un grado suficiente o muy profundo. La búsqueda de la eficacia intercultural conduce a crear competencia comunicativa: poder sentirse competente para comunicarse con los otros miembros de otra cultura”[8].

El monumento biblioteca es creado en la mayoría de los casos por necesidades comunitarias, intereses privados y/o por administraciones de poderes oficiales que necesitan consolidar grupos para saciar cierta necesidad educativa, sin embargo la erección de dicha institución y su funcionamiento en el que hacer diario, donde se confluyen los diversos acontecimientos y virtualizaciones de ella misma y sus usuarios; esta biblioteca se convierte en una institución que brinda un espacio de interacción, unión, comunicación intercultural pero también como comunidad de lectores, de agentes culturales y de promoción social está llamada en el mundo global a recuperar su poder de unir mentes, proyectos y acción pública, mediante procesos de alfabetización, cuya acción no se limita a la enseñanza de la lectura y la escritura, también abarca la alfabetización política, cultural, científica y tecnológica. De esta manera, esa práctica realizada por ese espacio de encuentros y creación, como es la biblioteca, se convierte a la manera de Martín-Barbero en “práxis educativa que devuelve a los hombres su derecho a decir lo que viven y sueñan, a ser tanto testigos como actores de su vida y de su mundo”, pues es cierto que “el analfabetismo se revela como consecuencia estructural de un sistema injusto que domina excluyendo a las mayorías de aquel espacio cultural en que se construye la “participación-acción”[9].

El espacio de la biblioteca debe ser asumido y concretamente posicionado como diría Pardo en un espacio subjetivo. En donde el “espacio subjetivo, pensamos, sólo existe para nosotros, es decir, como correlato de nuestras viviencias, no es objetivo pues no está lleno de objetos sino de significaciones, las que nosotros otorgamos a las cosas y enseres que lo pueblan al nombrarlos y percibirlos, está siempre lleno de sentido, de perspectivas, de escorzos, puntos de vista, proximidades, distancias, lejanías y relaciones que sólo para nuestra conciencia tienen sentido y que no serían mensurables en términos físio-(geo)-métricos.”[10]

Todo lo anterior nos revela la importancia de la Biblioteca como monumento que deja huella, y “( )...los monumentos (y con ellos las plazas, los jardines y los parques) forman parte de un triple modo de espaciar, de “hacer sitio” público y de “hacerle sitio” al público”[11], en este caso en particular a los usuarios. La biblioteca puede convertir su acción en una verdadera praxis cultural donde la comunicación, la lectura y la cultura se construyen en proyectos políticos de integración e identificación de las comunidades, esos espacios representan la posibilidad de la participación, la libre expresión y la creación cultural de una localidad, región o país para construir y reconstruir su propia realidad.

No obstante, la Biblioteca como agente dinamizador no puede estar sola en su rol intercultural y comunicador, el profesional en Bibliotecología está directamente encargado de generar otros sentidos con su acción, pues “si los hombres transforman el mundo al pronunciarlo, al decir la palabra, el diálogo se impone como camino por el cual los hombres ganan significación en cuanto hombres”[12].

Los bibliotecólogos y las bibliotecas deben hacer frente a los nuevos espacios que confluyen en su que hacer, como lo son las bibliotecas electrónicas, digitales y virtuales, así mismo los fenómenos globales económicos, en palabras de Felix Duque “la expansión planetaria del Mercado, que ha invadido la esfera cultural –antes tan elitista- de tal modo que nadie le extraña oír hablar ya de “industria cultural”[13].

Urge la necesidad de que los bibliotecólogos amplíen el espectro de análisis, actitud y producción investigativa en torno a la apropiación y producción de tecnología dentro de su disciplina en el mundo de hoy, pues la profesión puede generar el diseño de programas de cooperación y colaboración institucional entre estudiosos, investigadores y entre la misma comunidad bibliotecológica, en torno a la apropiación y producción de tecnologías y además, contribuir al intercambio de información y a propuestas de innovación tecnológica en diferentes medios.

En este sentido, las palabras de Alejandro Parada revelan una denuncia y una urgencia para que los bibliotecólogos emprendan el reconocimiento de sus características esenciales pues, dice el autor, “si no recobran la dimensión social de la profesión y fuerzan con ello al necesario equilibrio con la nueva visión empresarial-pragmática que hoy impera en muchas entidades nuestro quehacer perderá su cuota de humanidad y solidaridad, y estará condenado a vegetar como otro tecnicismo más, o en todo caso, como una profesión ancilar y sin personalidad alguna. Debemos, pues, velara por ”una Bibliotecología no fundada sobre el elitismo y la hegemonía, sino sobre la comunidad, la resistencia y el progreso”[14].

La Bibliotecología no puede desconocer el impacto de las nuevas tecnologías, el avanzado proceso de globalización al igual que la interconexión que trajo la Internet y los nuevos referentes culturales que ello ha propiciado; pues, la cibercultura representa la creación de nuevos espacios, sentidos, símbolos, interacción y comunicación mediatizada. En ese ámbito virtual, en el atmósfera de la red se establecen las nuevas construcciones sociales. En consecuencia, la reflexión que puede aportar el profesional en Bibliotecología, en torno a la cibercultura debe ser sobre la posición asumida por las personas usuarias de la red para que no se pierdan como seres sociales, políticos y culturales en el mar cibernético de las mediaciones.

La Bibliotecología debe redimensionar este espacio virtual como una de tantas posibilidades de interacción, conversación y acción de las personas; pero sin olvidar que debe seguir expandiendo aún más su acción educativa, social y de promoción cultural en otros medios que no están en el ciberespacio sino en la realidad social; pues para nadie es desconocido que la red está limitada sólo a un porcentaje de la población.

La Bibliotecología debe preguntarse ¿cuál es la esencia de su quehacer, qué valores y cuál es el papel cultural que va a asumir ante la invasión del paradigma tecnoeconómico? En este caso es vital que recupere su esencia cultural y socio-política, al igual que su compromiso con la comunicación utilizada para hacer surgir al mundo como horizonte de palabra, como la forma de interconectar efectivamente las personas, como una experiencia del convivir, de la solidaridad; para que ella sirva al desarrollo socio-cultural, al encuentro con otros mundos, otras culturas ya que sólo a través de la comunicación logra sobrevivir la cultura.

La Biblioteca es un monumento que contribuye a la reorientación y reorganización del espacio político: uso cultural del libro y del saber, redimensionando la comunicación y la transferencia como unión de mentes humanas que se construyen por medio de registros gráficos, a la manera de decir de Shera, sirviendo de puente y motor del avance tecnológico y la formación de un espíritu investigativo y científico; preservando el conocimiento, a la vez que propende por el desempeño de los profesionales como gestores culturales, sociales y políticos.

BIBLIOGRAFÍA
[1] DUQUE, Felix. Arte público y espacio político. Madrid : Akal, 2001. p. 78
[2] RENDON ROJAS, Miguel Ángel. La ciencia bibliotecológica y de la información ¿tradición o innovación en su paradigma científico?. En: Investigación Bibliotecológica. México. Vol. 14, no. 28 (ene.-jun., 2000); p. 39-40
[3] Hecho que se debe recalcar, pues lo importante y trascendental no es que los bibliotecólogos lo perciban y se hagan consientes de esto, lo que es representativo es el lograr que sean las profesiones y personas externas a la profesión que sean consientes de ello.
[4] DELGADO, Manuel. Ciudad líquida, ciudad interrumpida. Medellín : Universidad de Antioquia, 1999. p.134
[5] PARDO, José Luis. Las formas de la exterioridad. Valencia : Pre-Textos, 1992. p.16
[6] Ibid., p. 16-17
[7] Alvar Aalto, arquitecto finlandés. Quien es uno de los más importantes representantes del Movimiento Moderno de arquitectura, construyó la biblioteca de Viipuri que, supuso toda la innovación en la concepción de lo que es la arquitectura bibliotecaria. Las soluciones que propuso, hoy ya normales, fueron absolutamente novedosas en su tiempo; el edificio en sí mismo, su concepción de espacios y su distribución, su mobiliario y el estudio de los condicionantes medioambientales, de decoración, entre otros, hacen de esta biblioteca un ejemplo que significó todo un nuevo enfoque de las bibliotecas en el siglo XX.
[8] AUSTIN MILLÁN. Tomás R. Comunicación intercultural. [En línea]. URL: http://tomaustin.tripod.cl/intercult/comintuno.htm (Consultada el 10 Marzo de 2003)
[9] MARTÍN-BARBERO, Jesús. La educación desde la comunicación. Buenos Aires : Norma, 2001. p. 40
[10] PARDO, José Luis. Op. Cit., p. 20
[11] DUQUE, Feliz . Op. Cit., p. 112

[12] FREIRE, Paulo. Pedagogía del oprimido. México: Editorial Siglo XXI,1979. p. 98
[13] DUQUE, Feliz . Op. Cit., p. 110
[14] PARADA, Alejandro. Bibliotecología y responsabilidad social. En: Revista Información, Cultura y Sociedad. Buenos Aires. No. 1, (1999); p. 70

(Diciembre 2004)

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