febrero 22, 2012

Un amanecer


Laborar en un espacio bibliotecario, indudablemente hace que cada día diferente y absolutamente impredecible.


Desde todos los espacios y cargos, cada uno se prepara para recibir y dar, mientras la luz entra poco a poco, los lápices se buscan, los computadores se prenden, las listas de tareas se revisan, se abren las puertas y lentamente ingresan las historias de vida, los sueños congelados o volátiles, las necesidades informacionales profundas casi insondables y aquellas que fueron impuestas, las ganas de compañía en medio de la soledad, el amor por las palabras, las sorpresas y los retos.
Un día cualquiera al brindar referencia puedes aprender lo inimaginable que te salvara la vida, al hablar con los usuarios que habitan o simplemente la transitan te podrías encontrar contigo mismo. O puede programar una actividad que te imaginas puede desarrollar un tema cualquiera, pero cuando se ejecuta, simplemente cambio la vida de muchos.

Así, que cada día que estamos disfrutando de nuestro hacer bibliotecario podemos ver cada momento como un amanecer y sentirás: inspiración, decepción, alegría, tristeza, calidez o frío. Te puedes maravillar o simplemente miras y lo dejas pasar. 

octubre 13, 2011

DE SERES Y SENTIRES: LECTORES Y USUARIOS


Todo usuario y todo lector, hace una expansión de su ser y sentir en el contacto físico, intelectual o emocional en la biblioteca, solo queda preguntarse ¿qué tan claro está para el bibliotecólogo todas estas manifestaciones del sujeto ante su hacer?.

Imaginen cuando entran a la biblioteca, ese, el lugar que genera encuentros de personajes y personas, cuando miras cada movimiento de los que transitan entre anaqueles y hojas. Variedades como tantos sujetos hay, historias que van cobrando un tinte diferente a cada instante, a cada encuentro, a cada palabra dicha o callada, con cada material prestado o consultado, con los cruces de miradas y las sonrisas cómplices con ese usuario o con ese lector.

En alguno momento de esos que hay cierre del servicio por inventario, el cansancio se hace presente cuando cuentas, revisas, analizas si es pertinente ese material o no, cuando ves que en el catálogo aparece disponible un material pero por más que buscas dicho objeto carece de presencia física en el lugar, un colega manifiesta que “la mejor forma de tener organizados los libros es sin usuarios”, las risas brotan y los agudos cansancios reflejan el fastidio y el tedio, la alegría, satisfacción, admiración o temor que se generan en algunos encuentros. Así sin más, viene a la mente la pregunta constante, atendemos usuarios o lectores.

Estéticamente todo vamos asumiendo roles de diferentes índoles, que se salen de esas categorías imprevisibles ante teóricos que están empecinados en darte un sustento para poder nombrar de manera apropiada a un sujeto que entre a la biblioteca. Surgen así los encuentros con particularidades como las de un usuario que siempre llega a la biblioteca y entra inmediatamente abren las puestas, lee de todo revistas, prensa y libros por montones y luego de considerarlo un gran usuario y un excelente lector le hablas y te das cuenta que su única auto-terapia para dejar el alcohol es estar en la biblioteca y leer de todo para calmar las ansias de una trago doble.

O el lector de los dedos, ese que siempre que llega inicia su recorrido por los anaqueles con un caminado lento, toca con su dedo indicie todos los lomos de los libros que dan a su altura visual (nunca mira para abajo, nunca mira para arriba) cuando menos te lo esperas el dedo le indica cual es libro del día, cuidadosamente lo toma, con un acto magistral lo posa sobre la misma mesa de siempre, abre el material y lo imaginas clarividente pues su mirada siempre está en el marco de la puesta mientras sus dedos lectores pasan cada hoja con un cuidad exagerado, al cabo de una cuantas horas los dedos están cansados y cierran el libro, el cuerpo sin mucho afán sale con los dedos cansados de leer.

Hay niños lectores, que saben más que tu (aún cuando él solo tiene  9 años y tu 27) sobre la segunda guerra mundial, y sin piedad ni clemencia te cuestiona la ausencia de materiales que sean más claros sobre el papel de los nazis en Colombia durante los años 40’s, pero luego te regalan un dibujo de Bambi pues para él no existe nadie más tierno que tu.

Existen usuarios que te hablan por horas sobre toda la colección que hay, lo que falta para hacerla más firme en cuanto a clásicos y los materiales que debería de disponer para lograr desarrollar una colección contemporánea, de esos que siempre que te están hablando con un libro en la mano, antes de compartírtelo pasan lentamente las hojas por enfrente de su nariz y lo inhalan lentamente para luego entregártelo en tus manos y recomendártelo por ser un excelente trabajo literario.

Muchos usuarios te piden ayuda para sus deberes académicos, muchos lectores te comparten sin fin de referencias, otros solo te miran desde la distancia y cuando te hablan solo un susurro de gratitud les surge por el préstamo del material que le proporcionas.  Para cada uno, la biblioteca le significa un lugar diferente, para cada sujeto sea lector o usuario (e incluso ambos a la vez) su adentro se le reflejan en un afuera lleno de palabras leídas o no, calladas o pronunciadas, entre libros y estanterías, entre sus encuentros y desencuentros proporcionados por ese lugar que es la biblioteca.

julio 10, 2011

LA MEDIOLOGÍA Y LA BIBLIOTECOLOGÍA

Un llamado de la Mediología

¿Cómo pensar una nueva propuesta desde la biblioteca sin recurrir a otras miradas desde las ciencias? ¡inverosímil no! Hacer una llamado a la mediología es una propuesta en tanto que ésta “[...] explica lo que hace que un mensaje circule, puede más que interesarse en esa doble coacción de la ligereza, por los contenidos y por los vehículos de la comunicación ordinaria”[1]. Es intentar que los teóricos de la bibliotecología sean conscientes de la existencia de otras disciplinas donde la protagonista es la transmisión de un sinfín de información, en donde el vehículo principal es la comunicación; sugiriendo así otro tipo de conceptos en la biblioteca. Así pues, el comunicar como comportamiento de vivientes es todo acto de transportar una información en espacio, mientras que el transmitir –específicamente humano– es el acto de transportar la información en el tiempo. La mediología coloca al Comunicar antes y por encima del Trasmitir. La bibliotecología debería escuchar a los mediólogos, pues la biblioteca es uno de los dispositivos tecnológicos de administración y de preservación de nuestra memoria colectiva. La biblioteca trabajó en la herencia antes de ser actora de comunicación.

La biblioteca y la bibliotecología pueden cooperar en ese amparar al nuevo hombre bajo nuevas formas de pensamiento, llevándolo a reflexionar en torno a lo que es el comunicar y el transmitir. Estas dos funciones de nuestra memoria humana se han ido entrelazando cada vez más y han ido desconfigurando identidades y reconfigurando memorias colectivas.

Aunque se puedan considerar como actos totalmente independientes, se puede comunicar sin transmitir, pero no se puede transmitir sin comunicar, o más bien, no se pudo llegar a la transmisión cultural sin la comunicación biológica. Sólo se transmite los que ya había sido incorporado.

La noción de ‘transmisión’ está comprometida con la de ‘patrimonio’. Según una definición generalmente admitida, el patrimonio es lo que se hereda del pasado y lo que se transmite a las generaciones futuras. Definido de esta manera, el patrimonio comprende lo financiero, lo inmobiliario, lo mobiliario o los bienes raíces, aceptación primera del término, pero también el patrimonio genérico, acepción más reciente y, según una idea todavía más reciente, el patrimonio llamado ‘cultura’[2].

Podría pensarse entonces que todo linaje de transmisión debe tener dos puntos: uno, los materiales y otro, el colectivo. La pregunta para nuestra cultura, en este caso, estaría enfocada en primera instancia en todo lo que concierne al segundo punto. Pero no menos importante sería una reflexión en torno al primero, los materiales. En cuanto a éste, se “necesita huellas materiales, documentos, tratados, consignaciones, monumentos, etc., y una institución, que está ahí no solamente para conservar los archivos, sino para garantizar el sentido y el valor de ellos, su sola existencia física es prueba del buen fundamento de la confianza que se tiene en esos testimonios del pasado.[3] De esta manera, como institución poseedora de una herencia de confianza brindada por el mismo hombre, cuyo fin es el de perdurar, la biblioteca se puede posicionar hoy más que nunca como una institución preservadora de memorias colectivas.

Así pues, la biblioteca debe ser consciente de su quehacer en la transformación de las sociedades, al mismo que las comunidades para las cuales existe y trabaja deben apropiársela cada vez más como lo que ha sido, es y deberá continuar siendo: una de las mejores expresiones de nuestra memoria colectiva. Pero no sólo como depósito, sino como dinamizadora de esa misma memoria. Por eso la bibliotecología debe mirarse, criticarse, replantearse y abrirse a otras ciencias que puedan mejorar el cumplimiento del papel social y cultural de la biblioteca: transformar.


[1] BOUGNOUX, Daniel. Light, hacia una cultura aligerada. Les Cahiers de médiologie, n. 9, “Less is more”, Stratégies du Moins…pp. 75-81, versión Internet. Traducido del francés por Victor Manuel García y Jorge Márquez Valderrama. Universidad Nacional, Medellín, enero de 2005. p. 2.

[2] MELOT, Michel. La escala de la arquitectura y del patrimonio. Les cahiers de médiologie, 11, 2001, (Actes du Colloque de Cerizy, “Communiquer/Transmettre”, juin 2000). Traducido del francés por Jorge Márquez Valderrama para la Especialización en Estética, Universidad Nacional, Medellín, enero de 2005. p. 1.

[3] DEBRAY, Regis. Malestar en la transmisión. Traducido del francés por Jorge Márquez Valderrama para la Especialización en Estética, Escuela de Estudios Filosóficos y Culturales. Universidad Nacional, Medellín, Enero de 2005.

mayo 24, 2011

La Biblioteca una Geografía del Contacto

La disponibilidad estética propende a lo afectivo y, en este caso, a los seres ‘afectivos’ en tanto que son afectados por quienes los rodean (incluso por quienes están en la distancia); caso particular. la institución social denominada biblioteca, donde confluyen los componentes de lo humano: materialidad, corporalidad y patrimonio cultural o inmaterial. Ahora bien, sí “como nuestra piel, la habitación humana también es una superficie de separación y de contacto, un intervalo de trasvases y retenciones[1], lo es asimismo la institución que, vestida de habitación cubre al espacio. ¿Cuál espacio? El de la biblioteca. Espacio-habitación que afecta a quienes transitan por ella, a quienes moran en ella, a quienes laboran en ella, en suma a quienes la cohabitan y forman allí una comunidad de soledades.

La biblioteca permite un reencuentro y una separación, en tanto que los materiales documentales allí dispuestos, sin importar el tipo de soporte, son posibilidades de visiones, amores, ilusiones, saberes. En fin, permite aperturas de sensaciones, ideas, producciones o críticas entre los lectores para con los textos, los autores y hasta para con sus interlocutores. Del mismo modo, la biblioteca como espacio orgánico habitado genera posibilidades de agrupación, de interacción con el otro, sin desmedro del simple hecho de transitarla o pasear en esa multitud su propia soledad y confrontarla a otras soledades, las de los hombres, las de los escritores y las de la propia historia. Pues en “sus muros agitados y porosos, se abren y se cierran lo que somos y lo que no somos, lo pasado y lo presentido. El interior y el exterior se sustancian y se compenetran[2].

No es sólo institución y espacio, pues en ella se registra la escritura: ella es también “un método de construcción de espacios y de inserción en los espacios. Entonces, lo que se escribe vive en la escritura”[3]. Puede decirse a partir de aquí que la biblioteca está siempre en disposición de seguirse haciendo. Es dinámica en tanto se conserve una memoria colectiva cambiante, convirtiéndose así en un espacio para hacer tejido social.

Cabe anotar que la biblioteca, vista desde fuera, constituye generalmente y de forma tradicional un espacio donde hay un cúmulo de objetos bibliográficos. Sin embargo, en su interior se vislumbra el afuera, pero sólo cuando se posee claridad del entorno donde se encuentra inmersa; allí, la biblioteca puede desplegar sus programas y servicios para cumplir con su papel de traductora de interculturalidad, momento en que se establecen las necesidades informacionales y de extensión de alguna comunidad usuaria directa.


[1] MESA GONZÁLEZ, Carlos Enrique. Humedales en las rasantes misógina : Valle de Aburrá. [Archivo electrónico facilitado]. Escuela de Estudios Filosóficos y Culturales. Facultad de Ciencias Humanas y Económicas. Universidad Nacional de Colombia : Medellín. 2.005 p. 13

[2] Ibíd., p.13

[3] PARDO, José Luis. Sobre los espacios pintar, escribir, pensar. Ediciones del Serbal, 1991. p. 148.

nota: Foto del Parque Biblioteca España - Medellín

mayo 14, 2011

Decirlo … ¿cómo?



A mi amiga Orlanda, pues solo se me ocurre decirlo así.


A veces, solo a veces, nos cuestionamos ante obras literarias como Los Ejercitos de Evelio Rocero. Y nos hacemos preguntas desde posturas éticas, políticas, sociales, para llegar a la conclusión de que aquella situaciones se dan para que nos cuestionemos porque su desgarrada descripción no es más que el reflejo de una condición de guerra que se vive desde hace tiempos.

Hablamos unos y otros de todas las historias vividas por los cercanos, los lejanos y los leídos. Sin embargo, aún sin estar inmersos entre balas, sangre, granadas o desapariciones; podemos encontrar los mismos sentimientos, preguntas y respuestas desde la acción de un día cualquiera de nuestro quehacer, por ejemplo el de un bibliotecólogo.

Como Ismael, nuestro trabajo puede convertirse en un ser de muchos años sentidos en la piel y el espíritu, donde nuestra labor bibliotecaria se siente como un siglo acumulado. Se tiene un lugar de trabajo como un hogar; a él nos entregamos, lo habitamos día a día y convivimos con ese amor por ella, Otilia, la que es nuestra filosofía, nuestros ideales, la episteme bibliotecológica.

Con un voyerismo deleitante vemos una nueva propuesta en esa, la filosofía de la empresa que dispone los tempos de intervención bibliotecaria. Sus políticas las vemos como nacientes, seductoras; las consideramos más jóvenes. Estas posturas de bibliotecas las vemos como una Gerladina. Y logramos pensar que en esa empresa se pudiera crear unos nuevos centros de información, con otra visión más acorde a estos tiempos, con posibilidades para la disposición de nuevas herramientas. Creemos que el mundo de la información, ese que nos palpita en la sangre, es la fuente principal de nuestro impulso profesional, habita y se reinventa en ella, Geraldina. Ella que se tongonea desnuda ante los ojos, dispuesta a ser la nueva Lilith. Como Ismael diríamos que “siempre lo joven y desconocido es más hechicero”.

Pobres de nosotros, bibliotecólogos sin fuerza, miopes de contenido que entramos en proceso de contemplación, encantamiento, en discursos acomodados a los requeridos; poco a poco idealizamos esa imagen. Otilia nos advierte desde el fondo de nuestro ser, nos hace dudar, pero nuestro impulso, sueños o ilusiones, hacen que sus palabras sean un eco no escuchado.

En el camino emprendido, un día laborado se puede convertir en un decenio, nuestro cuerpo, sabio de por sí, da indicios de que nuestros pasos van dándose por caminos que nos harán sangrar y causarán dolor. La rodilla empieza a flaquear, como la de Ismael. Y vamos en búsqueda de nuestro médico o mentor, de nuestro Claudino, sabio de por sí. Él nos da un tirón y nos invita a reposar. Tercos, irresponsables y con el ego por delante, caminamos otra vez por la ausencia momentánea del dolor, ese que antes nos impedía dar los pasos.

Y creamos, inventamos y presentamos una cantidad de proyectos a esa, la empresa. La mayoría son retenidos en una plaza por los grupos de evaluadores, comités como ejércitos, propuestas acorraladas por entes de ley, controladores. Ellos, los entes, hacen preguntas constantes, muchas irracionales a nuestros ojos y oídos, con gran necesidad de papeleo. Como responsables nos acomodan en el mismo lugar y nos piden más papeles, incluso los nuestros. Algunos proyectos los dejan salir, pero imposible entender el porqué y conocer el método para que todos tengan la misma fortuna. Y uno se queda de pie, mirando, tenso y esperando poder tener esa posibilidad, pues sabe que la vida de los ideales de formación de usuarios, desarrollo de colecciones, fomento de lectura y servicios, depende del salir de la plaza central.

Sin darnos cuenta o dándonos toda la cuenta, empezamos a ver lo que les acontece a los otros, nuestros colegas. Y vemos como se los van llevando, escuchamos rumores entre pasillos, donde cuentan que les dan un valor salarial diferente, un cargo mayor con menos responsabilidad, una deuda eterna o subsidios para los hijos y una vida acomodada en bienes. Todo esto para que sus trabajos apunten a una filosofía empresarial, con proyectos que de una u otra forma den cuenta de lo necesario. Y vemos como los doctores de cuellos blancos y lejanos, le dan a Geraldina unas pastillas para que pueda dormir, pues a ella la han ido despojando, los mismos ejércitos, de sus fuerzas, programas y servicios. Miramos horrorizados, pensando si eso nos irá a tocar también a nosotros.

Sin darnos cuenta o dándonos toda la cuenta, nos hacemos conscientes de que ella ha desaparecido. Sí, nuestra filosofía, nuestra Otilia ha salido a buscarnos desesperada. Y emprendemos un recorrido buscando la esencia, la pasión, los ideales, nuestro amor, nuestra Otilia. Transitamos por calles, esas que construimos nosotros mismos desde la academia, pero se vuelven irreconocibles, sabemos que ella está en el fondo, pero la buscamos, damos paso y solo encontramos el rastro. Todos nos dan pistas: - Ella paso por acá buscándole.

Como a Ismael “un silencio idéntico a la niebla nos cierra las caras, por todas partes”. Buscamos lo que hace parte de nosotros, lo que eran nuestros ideales, lo que amamos. Buscamos y buscamos en medio de la devastación postmoderna y neoliberal que acorrala el entorno, la guerra que se libra segundo a segundo.

Por azares del destino nos encontramos con ese viejo amigo, sabes que él ocultó mucho para poder ser alguien en el medio, pero la transparencia es vital para poderse sentir. Surge la voz tenebrosa con un: -cuidado con lo que dices, lo que hablas, calla, calla, calla.

Y sabes muy bien que él, el Cura tenía razón: -“ya no tenemos derecho a los amigos”. Un amigo puede significar filtración de información, aliados o lo peor: alianzas y fuerzas en común.

Hay nuevas directrices, surgen extrañas situaciones, sin pensarlo nos encontramos en medio de balaceras normativas, las cuales surcan y acribillan lo conocido, lo soñado, lo creado. Damos pasos y encontramos algunos de aquellos que están a tu cargo, que sin más clemencia que la brindada a Celmiro por sus hijos, han de darte un poco de comida ante tu postración, para dar la espalda, argumentando que luchan por la supervivencia.

Los que te conocieron cuando ella, Otilia, habitaba en ti y caminaba a tu lado, te dicen que la encontrarás, que la recuperarás… ella volverá… pero la sigues buscando. Ante los asesinatos constantes de muchas de las construcciones colectivas, todos te insisten en que debes retirarte, para seguir vivo hay que irse, para poder empezar de nuevo hay que partir. Y es allí donde Ismael sabe que sin Otilia, partir es estar muerto. Cómo caminar y dejar lo que construiste sin tu esencia, esa que está desaparecida por andar buscándote.

Una que te ama, pues con tus pasos le enseñaste a volar, se considera como una extensión de tu pensamiento, una hija, albergada en un vientre académico y parida por la misma filosofía, por Otilia. Fecundada por tus pasiones, como el semen de Ismael.

Ella, la hija, habita el mundo y transita por tus mismas historias laborales, ha creado otros modos de existir, al crear su hogar en un lugar cercano al tuyo, pero que se puede sentir como un espacio que la ha adoptado por hija.

Ella, sin entender tu camino a la muerte, desesperada te pregunta por su madre, por Otilia. Cuestiona constante desde las letras, suplica, clama por su padre y su madre. Gritos a oídos sordos. Palabras lanzadas a un viento, porque, tratas de hacerle creer que todo está bien, pues cómo enseñarle tu condición humana, esa, la que huele a miedo, a temor, a dolor, a la laceración, a perdición y al suicidio.

Así, en el silencio ensordecedor del interior, un bibliotecólogo puede caer en un camino que sabe lo llevará a su propio fin, diciéndose a sí mismo en su fuero interno que “la atmósfera, de un instante a otro, es irrespirable; puede que llueva al anochecer, un lento desasosiego se apodera de todo, no solo del ánimo humano, sino de las plantas, de los gatos que atisban en derredor, de los peces inmóviles; es como si uno no estuviese dentro de su casa, a pasar de estarlo, como si nos encontráramos en plena calle, a la vistas de todas las armas, indefensos, sin un muro que proteja tu cuerpo y tu alma…”


mayo 06, 2011

EL LECTOR: ACTOR CENTRAL

Retomando el texto “Los Usuarios” de Claire Guinchat y Michel Menou[1], afirmamos que el elemento fundamental de cualquier biblioteca es el usuario, presentado éste como el eje central, ya que interfiere en casi todas las operaciones de la cadena documental. En tanto beneficiario de servicios, usufructuario de colecciones, consumidor de informaciones, interesado en las fuentes de información y en las comunicaciones, el usuario ya no es un ente pasivo, pues sus actividades, su placer y sus necesidades son las que dan vida a las bibliotecas. Hoy todo usuario tiende a ser o es un navegante y un investigador. Sus requerimientos tienen incidencia, no sólo en la circulación y almacenamiento de informaciones y conocimientos, sino también en su producción, pues los procesos de apropiación que desarrolla –y que deben potenciados y facilitados por la biblioteca– se vuelven cada vez más exigencias de primer orden para las fuentes de la información.

Los usuarios son ellos mismos fuentes y conocerlos es la mejor manera de mejorar las bibliotecas y de insertarlas en nuestras sociedades cambiantes. Se han convertido en generadores de nueva información y de nuevos conocimientos. Los usuarios, en este sentido, se definirían entonces como esos individuos o grupos de personas con la capacidad de enfrentar diferentes realidades, circunstancias y problemas nuevos. Confrontación que los lleva a identificar requerimientos informacionales precisos para la solución de dificultades, pues en tanto grupos o individuos insertos en comunidades, usan la información para la toma de decisiones o bien para la aplicación en procesos de decisión. Desde el punto de vista solamente individual, las bibliotecas deben seguir permitiendo y respetando como hasta ahora la posibilidad de exploración de sí mismo a través de la libre navegación por el pensamiento de los otros, al mismo tiempo que puede instalar especies de mojones en esa navegación cuando multiplica la lectura en voz alta, los encuentros con autores y la promoción de la escritura en la gente común y corriente.

Siguiendo la postura de Mónica Izquierdo, las investigaciones sobre actitudes, hábitos, comportamientos, necesidades, deseos y preferencias de los usuarios son un “conjunto de estudios que tratan de analizar cualitativa y cuantitativamente la interacción entre la información en todas sus dimensiones y el usuario, incluyendo en su valoración el contexto situacional o pragmático en el que éste se inscribe[2]. De ahí la importancia de la actualización permanente de las colecciones de las bibliotecas, de la ampliación de servicios y redes, de la mejora en la oferta y variedad de productos y políticas nuevos. En suma, cada biblioteca debería trabaja cada vez más en el conocimiento de los usuarios y sus necesidades. Y entender éstas no sólo como carencias informativas o como el conjunto de datos requeridos para cumplir unos objetivos determinados, sino también como placer de conocer, placer de ver y de leer que deben ser satisfechos para que la vida biblioteca, el usuario, no la abandone.


[1] GUINCHAT, Claire; MENOU, Michel. Los usuarios. En: Introducción general a las ciencias y técnicas de la información y documentación. España : CINDOC/UNESCO, 1992. p. 458

[2] IZQUIERDO ALONSO, Mónica. Una aproximación interdisciplinar al estudio del usuario de información : bases conceptuales y metodológicas. En: Investigación Bibliotecológica. Vol.13, no. 26 (ene.-jun., 1999) p.124

mayo 01, 2011

La biblioteca y la tecnología

En el nuevo orden mundial, propio de la revolución tecnológica, la información cobra un valor especial, pues se plantea como la panacea para el capitalismo, dado que “la información está al servicio de la fuerza, ella se convierte en potencia misma[1]. Cabe anotar aquí el adagio popular: quien tiene la información tiene el poder. Esto nos aventura entonces a plantear la biblioteca como un elemento condicionante de la dinámica económica, socio-cultural y política de las comunidades. Pues en la actualidad, cuando el pensamiento de nuestra época parece dominado por los problemas de producción, circulación, acceso, almacenamiento y posesión de conocimientos, vemos que la información juega un papel fundamental para los ejes de poder. Incluso “las tecnologías de la información y la comunicación predominan sobre las de la destrucción[2]. Y como dice Huyghe: “podría suceder que la expansión de las tecnologías suaves se acompañe de conflictos duros. Conflictos que tienen la información como arma, como envite y como objetivo[3]. Por consiguiente, las nuevas tecnologías de la información y la comunicación producen, adquieren, guardan, transforman, comunican y representan indagaciones que se convierten en el paradigma a seguir por las ciencias y profesiones relacionadas con la comunicación, la información, el conocimiento e incluso con la cultura.

Por lo que respecta a mi oficio, algunas de las tecnologías relacionadas directamente con el campo bibliotecológico son integradas por las tecnologías de la información y la comunicación; con ellas se hace la apropiación de los aparatos donde se instalan los programas propios para la optimización de los servicios. Es aquí donde la biblioteca se ve llamada a cambiar, pues su problemas anteriores de almacenamiento, conservación, organización y difusión pasaron a otro plano. La biblioteca se debe redimensionar a si misma como espacio virtual, como una de las tantas posibilidades de interacción, conversación y ejercicio entre los individuos; pero sin olvidar que, debe seguir expandiendo aún más su acción educativa, social y de promoción cultural en otros medios que no están en el ciberespacio, sino en la realidad social, pues para nadie es desconocido que la red sólo llega por ahora a una parte de la población y que en nuestro país esa parte es aún pequeña.

Es fundamental que la biblioteca se apropie e integre las nuevas tecnologías de la información y la comunicación. Debe ampliar y profundizar los puntos de contacto e intersección entre las personas y las culturas por todos los medios –incluyendo el virtual–, procurando sentido a la llamada “aldea global”, haciendo de las tecnologías de la información “herramientas útiles” para la movilización social, para la promoción y multiplicación de relaciones interculturales entre las sociedades. Con una ‘herramienta’ como la Internet, desde la catalogación y la clasificación, retomaríamos las palabras de Douplitzky, y se vería una nueva propuesta diferente a la de Dewey, pues la más reciente “propone nuevas formas organizadas de saber no excluyentes entre ellas, pero que contribuyen a formar diversas representaciones de la red[4]. Sin embargo, no se puede pensar que ese sería el único fin de la biblioteca como lugar de encuentro. Hoy, más que nunca, la biblioteca encuentra y renueva sus funciones políticas como transformadora de los sujetos y comunidades.



[1] HUYGHE, Francois-Bernard. “Algo marcial”, Les Cahiers de médiologie, 11, 2001, (Actes du Colloque de Cerizy, “Communiquer/Transmettre”, juin 2000).Traducido del francés por Jorge Márquez Valderrama para la Especialización en Estética, Universidad Nacional, Medellín, enero de 2005. p. 7.

[2] Ibíd., p. 5.

[3] Ibíd., p.1-2

[4] DOUPLITZKY, Karine. Internet una nueva ecología del saber. Traducido del francés por Jorge Márquez Valderrama para la Especialización en Estética, Escuela de Estudios Filosóficos y Culturales. Universidad Nacional, Medellín, Enero de 2005. p.6

abril 24, 2011

LOS LIBROS


“Se puede hacer casi todo sin luz excepto escribir. Escribir exige luminosidad. La vida se abastece de la sombra, la lectura exige claridad” Serres


En este sentido y acercándonos a los problemas planteados por las nuevas tecnologías de la información y la comunicación. Lo que se ha vuelto una discusión sobre el futuro del libro y, por ende, de sus depositarias, las bibliotecas. Hoy, los soportes y los formatos electrónicos de la información, indiscutiblemente, han propiciado de forma paradójica “la reaparición de los aspectos más arcaicos de la civilización del libro (como el gusto por la caligrafía y la bibliofilia) y la emergencia de nuevas formas de lectura y de escritura”[1]. Al igual que nuevas las nuevas formas de organización documental apoyadas en la agilidad, capacidad y rapidez de los nuevos soportes.

Independientemente del formato, los libros, funcionan como una interfase entre el autor y el lector, estos continúan perteneciendo al sistema de comunicación, con la particularidad de promover la diversidad acrecentándola cada vez más. Históricamente, se ve con claridad que los libros sobreviven y permiten que el hombre viva y habite, sin importar ‘el formato’, pues cuando surge la imprenta se gana ligereza con respecto al códice medieval, brindando ya en ese momento cierto nivel de ubicuidad. Hoy día, con los formatos y soportes electrónicos de la información, sucede algo equiparable a la revolución propiciada por la imprenta, pero quizá a otra escala, más planetaria.

Niños, jóvenes y adultos, lectores de múltiples soportes de informaciones no remplazaron sin embargo al libro tradicional por el libro electrónico, ya que este“sólo convence de hecho a los lectores profesionales que buscan explorar, más por juego que por necesidad, las potencialidades de la lectura intensiva, tales como la investigación de ocurrencias o la anotación; sólo sirve para reproducir el “contrato de lectura” tradicional, pero sin la dimensión ergonómica, sensorial y afectiva del verdadero libro, y sin la apertura hacia la dinámica de las redes del saber.”[2] Estamos en un momento de coexistencia entre lo analógico y lo digital, en el papel del libro actual, como vehículo de los seres humanos usan para mover ideas en torno a tiempo y espacio se mueve en un porcentaje creciente, por el creciente mercado y por el acceso a la Internet, este en el mundo digital. Por ello es importante disponer de conocimiento sobre los soportes tecnológicos y vencer las barreras lingüísticas.

En cualquier formato que surja, los libros y las bibliotecas continuarán proporcionando bases para crear lectores críticos, sociales y políticos. Sin embargo, a los bibliotecólogos, los promotores de lectura y a los docentes, les espera un arduo camino en los nuevos envites de la información, la trasmisión y la comunicación. En suma; lo importante, hoy día, es hacer una reflexión en torno al contenido de la memoria misma y de su transformación constante.



[1] BAZIN, Patrick. Después del orden del libro. Médium, Transmettre pour innover, n° 4, julio-agosto-septiembre, 2005, pp. 7-21. Traducido del francés por Jorge Márquez Valderrama. Universidad Nacional de Colombia. Medellín, octubre del 2005.

[2] Ibíd., p.5

abril 23, 2011

EL BIBLIOTECÓLOGO






Imagen de Ivonne Lee.

"En la literatura bibliotecológica existen referencias al bibliotecólogo como la rata de biblioteca, el gestor de información, el administrador de las bibliotecas, el policía de los libros, el encargado de la biblioteca.

Desde esa mirada disciplinar se retoma a Enrique Molina Campos quien, en su texto Teoría de la Biblioteconomía enuncia queel bibliotecario es un técnico de la comunicación entre un depósito de documentos y los lectores que llegan a los documentos, y también un técnico de los sistemas bibliotecarios y de las redes bibliográficas en cuanto conjuntos estructurales e informacionales de colecciones particulares, un especialista de los procedimientos de mediación cartográfica y bibliográfica[1].

En la actualidad, al bibliotecólogo se le exige el dominio de competencias diversas: mediador, comunicador, educador, intelectual y académico. Como mediador, comunicador y educador, el bibliotecólogo se ve implicado en la puesta en común de la cultura, no sólo al propiciar acceso a la expresión, al conocimiento y a la creación cultural, sino también al propiciar espacios donde las personas se reconozcan como actores de procesos sociales y culturales que viven. Le corresponde permitir y fomentar un entorno comunicativo, pues la comunicación –como lo expresa Jesús Martín-Barbero– es percibida como un escenario cotidiano del reconocimiento social, de la constitución y expresión de los imaginarios con los cuales las gentes representan lo que temen o lo que tienen derecho a esperar de sus miedos y esperanzas[2]. En este sentido, el bibliotecólogo y la biblioteca propician un encuentro intercultural cruzado por la educación y la comunicación. En el ambiente de la comunidad de lectores, el bibliotecólogo utiliza la lectura para ampliar el universo personal y permitir la construcción y la recreación simbólicas del mundo, en la confrontación del propio mundo con otros universos sociales y culturales.

Los intelectuales, en tanto productores de conocimientos, pensamientos, teorías sólo tienen existencia por la puesta en común. Ésta a su vez no se detiene en la publicación, la biblioteca y sus actores –entre ellos los bibliotecólogos y usuarios– constituye uno de los lugares privilegiados de apertura hacia la comunicación y divulgación de la producción intelectual de la aldea planetaria: el bibliotecólogo y la biblioteca trabajan en la apertura de espacios de interlocución donde toman forma la identidad y el ethos cultural de una determinada comunidad. La metáfora de la biblioteca como ventana y del bibliotecólogo como quien abre ventanas es pertinente aquí, pues en la biblioteca cada comunidad puede, al mismo tiempo, conocerse a sí misma y abrirse al mundo.

El papel de los intelectuales y/o académicos en una sociedad está comprometido en las posibilidades de apertura hacia actitudes más reflexivas y críticas frente a la investigación, la construcción de saber, las tomas de posición y su socialización. Todo este espacio de saber, de debate y de placer puede incidir en la configuración y cambios del espacio público como espacio simbólico.

De esta manera, los roles de intelectuales y académicos de los bibliotecólogos incluyen, además de la labor diaria de investigación, abordar los entresijos sobre qué es lo que se estudia y para qué, en aras de que su trabajo no se quede en dar cuenta de lo que sucede. Estos roles deben orientarse a intervenir en sus realidades inmediatas para ser actores del cambio social."*


[1] MOLINA CAMPOS, Enrique. Teoría de la Biblioteconomía. España: Universidad de Granada. 1995; p. 26.

[2] MARTÍN-BARBERO, Jesús. Comunicar entre culturas en tiempos de globalización. En: Formación en Gestión cultural. Santafé de Bogotá : Ministerio de cultura, 2000.

agosto 01, 2010

DE SERES Y SENTIRES: LOS BIBLIOTECÓLOGOS

Imagen de David Mckean


Hablar de una disposición estética de la biblioteca, nos lleva a desmitificar, repensar, establecer y sentir desde otra mirada, bajo otros aromas y con una paleta de colores, todo lo relacionado a ese lugar y los seres tocados y no tocados por ella.
Podemos mirar el espacio como tal, podemos acercarnos a la biblioteca desde su dimensión, finalidad y e incluso desde su disposición e intervención. Sin embargo, los seres que allí convergen son unos de los puntos más diversos y estéticos.

Seres que transitan, habitan, usan, laboran y desconocen las bibliotecas. Todos y cada uno con una historia pegada a la piel, debelada en las pupilas y manifiesta en sus acciones. Es así como los bibliotecólogos, los usuarios, los lectores, los ayudantes, los promotores de lectura y cada uno de los roles entablados en dichos espacios, van configurando, apropiando y estableciendo una parte de pliegues y despliegues entre los seres y los sentires.

El bibliotecólogo
Terminológicamente hablando, es particular encontrarnos en Colombia, la disposición de que quien tiene el título y profesionalmente está titulados son denominados bibliotecólogos. Quienes, por esas múltiples situaciones están al frente de los espacios bibliotecarios y carecen del título educativo respetivos, son denominados bibliotecarios. Ambos, responden administrativamente por bibliotecas de casi todas las tipologías.
Pero cada uno se confronta a sí mismo, cada uno se equipara para estar construyendo un devenir de encuentros y desencuentros, de lecturas, manifestaciones, historias y transformaciones desde cada biblioteca. Y cada cual, desde su conocimiento, desconocimiento, saber, capacidad, historia y ser le configura un toque particular al espacio.

Podemos encontrarnos alguno bibliotecólogo, que por su extensa trayectoria y presencia física, pueden llevarnos recrear el hablar con los primeros estudiosos de la ciencia bibliotecaria en Colombia. Algunos investigan, estudian, enseñan y se disponen sus discursos desde la academia. Algunos son bibliotecólogos por accidente, convicción, amor, herencia, tradición, fortuna y muchas más. Entre la gama encontramos tantas historias como posibilidades de combinación de colores. Pasando por sentires diversos en ellos para con sus bibliotecas, es así que encontramos bibliotecólogos apasionados, enamorados, administradores, luchadores, académicos, resignados, desencantados, cansados, quedados, impulsadores, pretenciosos, creadores, comunicadores, adoradores, políticos, éticos, incansables, egocéntricos, soñadores, … y tantos, tantos más. Atravesados todos y cada uno, por una disposición de vida, esa que siempre se termina reflejando en cada espacio bibliotecarios. Es así como un adentro se manifiesta en un afuera.

En todas las academias donde se dispone la enseñanza de la profesión bibliotecología es necesario generar consciencia en varios puntos, el papel comunicador y educador del bibliotecólogo, en tanto “implica poner en común la cultura, no sólo al propiciar acceso a la expresión, al conocimiento y a la creación cultural, también al crear espacios donde las personas se reconozcan como actores del proceso social que es por esencia un entorno comunicativo, pues la comunicación —expresa Martín-Barbero[1]— es percibida como un escenario cotidiano del reconocimiento social, de la constitución y expresión de los imaginarios con los cuales las gentes representan lo que temen o lo que tienen derecho a esperar de sus miedos y esperanzas”[2]. Además y lo más importante, gestar un espacios para la reflexión de la disposición estética de la bibliotecología y la profesión. Pues es necesario hacer consiente en el sentir.

[1] MARTÍN-BARBERO, Jesús. Comunicar entre culturas en tiempos de globalización. En: Formación en Gestión cultural. Santafé de Bogotá : Ministerio de cultura, 2000. p. 72

[2] QUINTERO CASTRO, Nathalia. Fundamentación epistemológica del objeto de estudio de la bibliotecología orientada al contexto sociocultural colombiano. Medellín: Universidad de Antioquia, Escuela Interamericana de Bibliotecología, 2003. p. 122

Buscar este blog