mayo 24, 2011

La Biblioteca una Geografía del Contacto

La disponibilidad estética propende a lo afectivo y, en este caso, a los seres ‘afectivos’ en tanto que son afectados por quienes los rodean (incluso por quienes están en la distancia); caso particular. la institución social denominada biblioteca, donde confluyen los componentes de lo humano: materialidad, corporalidad y patrimonio cultural o inmaterial. Ahora bien, sí “como nuestra piel, la habitación humana también es una superficie de separación y de contacto, un intervalo de trasvases y retenciones[1], lo es asimismo la institución que, vestida de habitación cubre al espacio. ¿Cuál espacio? El de la biblioteca. Espacio-habitación que afecta a quienes transitan por ella, a quienes moran en ella, a quienes laboran en ella, en suma a quienes la cohabitan y forman allí una comunidad de soledades.

La biblioteca permite un reencuentro y una separación, en tanto que los materiales documentales allí dispuestos, sin importar el tipo de soporte, son posibilidades de visiones, amores, ilusiones, saberes. En fin, permite aperturas de sensaciones, ideas, producciones o críticas entre los lectores para con los textos, los autores y hasta para con sus interlocutores. Del mismo modo, la biblioteca como espacio orgánico habitado genera posibilidades de agrupación, de interacción con el otro, sin desmedro del simple hecho de transitarla o pasear en esa multitud su propia soledad y confrontarla a otras soledades, las de los hombres, las de los escritores y las de la propia historia. Pues en “sus muros agitados y porosos, se abren y se cierran lo que somos y lo que no somos, lo pasado y lo presentido. El interior y el exterior se sustancian y se compenetran[2].

No es sólo institución y espacio, pues en ella se registra la escritura: ella es también “un método de construcción de espacios y de inserción en los espacios. Entonces, lo que se escribe vive en la escritura”[3]. Puede decirse a partir de aquí que la biblioteca está siempre en disposición de seguirse haciendo. Es dinámica en tanto se conserve una memoria colectiva cambiante, convirtiéndose así en un espacio para hacer tejido social.

Cabe anotar que la biblioteca, vista desde fuera, constituye generalmente y de forma tradicional un espacio donde hay un cúmulo de objetos bibliográficos. Sin embargo, en su interior se vislumbra el afuera, pero sólo cuando se posee claridad del entorno donde se encuentra inmersa; allí, la biblioteca puede desplegar sus programas y servicios para cumplir con su papel de traductora de interculturalidad, momento en que se establecen las necesidades informacionales y de extensión de alguna comunidad usuaria directa.


[1] MESA GONZÁLEZ, Carlos Enrique. Humedales en las rasantes misógina : Valle de Aburrá. [Archivo electrónico facilitado]. Escuela de Estudios Filosóficos y Culturales. Facultad de Ciencias Humanas y Económicas. Universidad Nacional de Colombia : Medellín. 2.005 p. 13

[2] Ibíd., p.13

[3] PARDO, José Luis. Sobre los espacios pintar, escribir, pensar. Ediciones del Serbal, 1991. p. 148.

nota: Foto del Parque Biblioteca España - Medellín

mayo 14, 2011

Decirlo … ¿cómo?



A mi amiga Orlanda, pues solo se me ocurre decirlo así.


A veces, solo a veces, nos cuestionamos ante obras literarias como Los Ejercitos de Evelio Rocero. Y nos hacemos preguntas desde posturas éticas, políticas, sociales, para llegar a la conclusión de que aquella situaciones se dan para que nos cuestionemos porque su desgarrada descripción no es más que el reflejo de una condición de guerra que se vive desde hace tiempos.

Hablamos unos y otros de todas las historias vividas por los cercanos, los lejanos y los leídos. Sin embargo, aún sin estar inmersos entre balas, sangre, granadas o desapariciones; podemos encontrar los mismos sentimientos, preguntas y respuestas desde la acción de un día cualquiera de nuestro quehacer, por ejemplo el de un bibliotecólogo.

Como Ismael, nuestro trabajo puede convertirse en un ser de muchos años sentidos en la piel y el espíritu, donde nuestra labor bibliotecaria se siente como un siglo acumulado. Se tiene un lugar de trabajo como un hogar; a él nos entregamos, lo habitamos día a día y convivimos con ese amor por ella, Otilia, la que es nuestra filosofía, nuestros ideales, la episteme bibliotecológica.

Con un voyerismo deleitante vemos una nueva propuesta en esa, la filosofía de la empresa que dispone los tempos de intervención bibliotecaria. Sus políticas las vemos como nacientes, seductoras; las consideramos más jóvenes. Estas posturas de bibliotecas las vemos como una Gerladina. Y logramos pensar que en esa empresa se pudiera crear unos nuevos centros de información, con otra visión más acorde a estos tiempos, con posibilidades para la disposición de nuevas herramientas. Creemos que el mundo de la información, ese que nos palpita en la sangre, es la fuente principal de nuestro impulso profesional, habita y se reinventa en ella, Geraldina. Ella que se tongonea desnuda ante los ojos, dispuesta a ser la nueva Lilith. Como Ismael diríamos que “siempre lo joven y desconocido es más hechicero”.

Pobres de nosotros, bibliotecólogos sin fuerza, miopes de contenido que entramos en proceso de contemplación, encantamiento, en discursos acomodados a los requeridos; poco a poco idealizamos esa imagen. Otilia nos advierte desde el fondo de nuestro ser, nos hace dudar, pero nuestro impulso, sueños o ilusiones, hacen que sus palabras sean un eco no escuchado.

En el camino emprendido, un día laborado se puede convertir en un decenio, nuestro cuerpo, sabio de por sí, da indicios de que nuestros pasos van dándose por caminos que nos harán sangrar y causarán dolor. La rodilla empieza a flaquear, como la de Ismael. Y vamos en búsqueda de nuestro médico o mentor, de nuestro Claudino, sabio de por sí. Él nos da un tirón y nos invita a reposar. Tercos, irresponsables y con el ego por delante, caminamos otra vez por la ausencia momentánea del dolor, ese que antes nos impedía dar los pasos.

Y creamos, inventamos y presentamos una cantidad de proyectos a esa, la empresa. La mayoría son retenidos en una plaza por los grupos de evaluadores, comités como ejércitos, propuestas acorraladas por entes de ley, controladores. Ellos, los entes, hacen preguntas constantes, muchas irracionales a nuestros ojos y oídos, con gran necesidad de papeleo. Como responsables nos acomodan en el mismo lugar y nos piden más papeles, incluso los nuestros. Algunos proyectos los dejan salir, pero imposible entender el porqué y conocer el método para que todos tengan la misma fortuna. Y uno se queda de pie, mirando, tenso y esperando poder tener esa posibilidad, pues sabe que la vida de los ideales de formación de usuarios, desarrollo de colecciones, fomento de lectura y servicios, depende del salir de la plaza central.

Sin darnos cuenta o dándonos toda la cuenta, empezamos a ver lo que les acontece a los otros, nuestros colegas. Y vemos como se los van llevando, escuchamos rumores entre pasillos, donde cuentan que les dan un valor salarial diferente, un cargo mayor con menos responsabilidad, una deuda eterna o subsidios para los hijos y una vida acomodada en bienes. Todo esto para que sus trabajos apunten a una filosofía empresarial, con proyectos que de una u otra forma den cuenta de lo necesario. Y vemos como los doctores de cuellos blancos y lejanos, le dan a Geraldina unas pastillas para que pueda dormir, pues a ella la han ido despojando, los mismos ejércitos, de sus fuerzas, programas y servicios. Miramos horrorizados, pensando si eso nos irá a tocar también a nosotros.

Sin darnos cuenta o dándonos toda la cuenta, nos hacemos conscientes de que ella ha desaparecido. Sí, nuestra filosofía, nuestra Otilia ha salido a buscarnos desesperada. Y emprendemos un recorrido buscando la esencia, la pasión, los ideales, nuestro amor, nuestra Otilia. Transitamos por calles, esas que construimos nosotros mismos desde la academia, pero se vuelven irreconocibles, sabemos que ella está en el fondo, pero la buscamos, damos paso y solo encontramos el rastro. Todos nos dan pistas: - Ella paso por acá buscándole.

Como a Ismael “un silencio idéntico a la niebla nos cierra las caras, por todas partes”. Buscamos lo que hace parte de nosotros, lo que eran nuestros ideales, lo que amamos. Buscamos y buscamos en medio de la devastación postmoderna y neoliberal que acorrala el entorno, la guerra que se libra segundo a segundo.

Por azares del destino nos encontramos con ese viejo amigo, sabes que él ocultó mucho para poder ser alguien en el medio, pero la transparencia es vital para poderse sentir. Surge la voz tenebrosa con un: -cuidado con lo que dices, lo que hablas, calla, calla, calla.

Y sabes muy bien que él, el Cura tenía razón: -“ya no tenemos derecho a los amigos”. Un amigo puede significar filtración de información, aliados o lo peor: alianzas y fuerzas en común.

Hay nuevas directrices, surgen extrañas situaciones, sin pensarlo nos encontramos en medio de balaceras normativas, las cuales surcan y acribillan lo conocido, lo soñado, lo creado. Damos pasos y encontramos algunos de aquellos que están a tu cargo, que sin más clemencia que la brindada a Celmiro por sus hijos, han de darte un poco de comida ante tu postración, para dar la espalda, argumentando que luchan por la supervivencia.

Los que te conocieron cuando ella, Otilia, habitaba en ti y caminaba a tu lado, te dicen que la encontrarás, que la recuperarás… ella volverá… pero la sigues buscando. Ante los asesinatos constantes de muchas de las construcciones colectivas, todos te insisten en que debes retirarte, para seguir vivo hay que irse, para poder empezar de nuevo hay que partir. Y es allí donde Ismael sabe que sin Otilia, partir es estar muerto. Cómo caminar y dejar lo que construiste sin tu esencia, esa que está desaparecida por andar buscándote.

Una que te ama, pues con tus pasos le enseñaste a volar, se considera como una extensión de tu pensamiento, una hija, albergada en un vientre académico y parida por la misma filosofía, por Otilia. Fecundada por tus pasiones, como el semen de Ismael.

Ella, la hija, habita el mundo y transita por tus mismas historias laborales, ha creado otros modos de existir, al crear su hogar en un lugar cercano al tuyo, pero que se puede sentir como un espacio que la ha adoptado por hija.

Ella, sin entender tu camino a la muerte, desesperada te pregunta por su madre, por Otilia. Cuestiona constante desde las letras, suplica, clama por su padre y su madre. Gritos a oídos sordos. Palabras lanzadas a un viento, porque, tratas de hacerle creer que todo está bien, pues cómo enseñarle tu condición humana, esa, la que huele a miedo, a temor, a dolor, a la laceración, a perdición y al suicidio.

Así, en el silencio ensordecedor del interior, un bibliotecólogo puede caer en un camino que sabe lo llevará a su propio fin, diciéndose a sí mismo en su fuero interno que “la atmósfera, de un instante a otro, es irrespirable; puede que llueva al anochecer, un lento desasosiego se apodera de todo, no solo del ánimo humano, sino de las plantas, de los gatos que atisban en derredor, de los peces inmóviles; es como si uno no estuviese dentro de su casa, a pasar de estarlo, como si nos encontráramos en plena calle, a la vistas de todas las armas, indefensos, sin un muro que proteja tu cuerpo y tu alma…”


mayo 06, 2011

EL LECTOR: ACTOR CENTRAL

Retomando el texto “Los Usuarios” de Claire Guinchat y Michel Menou[1], afirmamos que el elemento fundamental de cualquier biblioteca es el usuario, presentado éste como el eje central, ya que interfiere en casi todas las operaciones de la cadena documental. En tanto beneficiario de servicios, usufructuario de colecciones, consumidor de informaciones, interesado en las fuentes de información y en las comunicaciones, el usuario ya no es un ente pasivo, pues sus actividades, su placer y sus necesidades son las que dan vida a las bibliotecas. Hoy todo usuario tiende a ser o es un navegante y un investigador. Sus requerimientos tienen incidencia, no sólo en la circulación y almacenamiento de informaciones y conocimientos, sino también en su producción, pues los procesos de apropiación que desarrolla –y que deben potenciados y facilitados por la biblioteca– se vuelven cada vez más exigencias de primer orden para las fuentes de la información.

Los usuarios son ellos mismos fuentes y conocerlos es la mejor manera de mejorar las bibliotecas y de insertarlas en nuestras sociedades cambiantes. Se han convertido en generadores de nueva información y de nuevos conocimientos. Los usuarios, en este sentido, se definirían entonces como esos individuos o grupos de personas con la capacidad de enfrentar diferentes realidades, circunstancias y problemas nuevos. Confrontación que los lleva a identificar requerimientos informacionales precisos para la solución de dificultades, pues en tanto grupos o individuos insertos en comunidades, usan la información para la toma de decisiones o bien para la aplicación en procesos de decisión. Desde el punto de vista solamente individual, las bibliotecas deben seguir permitiendo y respetando como hasta ahora la posibilidad de exploración de sí mismo a través de la libre navegación por el pensamiento de los otros, al mismo tiempo que puede instalar especies de mojones en esa navegación cuando multiplica la lectura en voz alta, los encuentros con autores y la promoción de la escritura en la gente común y corriente.

Siguiendo la postura de Mónica Izquierdo, las investigaciones sobre actitudes, hábitos, comportamientos, necesidades, deseos y preferencias de los usuarios son un “conjunto de estudios que tratan de analizar cualitativa y cuantitativamente la interacción entre la información en todas sus dimensiones y el usuario, incluyendo en su valoración el contexto situacional o pragmático en el que éste se inscribe[2]. De ahí la importancia de la actualización permanente de las colecciones de las bibliotecas, de la ampliación de servicios y redes, de la mejora en la oferta y variedad de productos y políticas nuevos. En suma, cada biblioteca debería trabaja cada vez más en el conocimiento de los usuarios y sus necesidades. Y entender éstas no sólo como carencias informativas o como el conjunto de datos requeridos para cumplir unos objetivos determinados, sino también como placer de conocer, placer de ver y de leer que deben ser satisfechos para que la vida biblioteca, el usuario, no la abandone.


[1] GUINCHAT, Claire; MENOU, Michel. Los usuarios. En: Introducción general a las ciencias y técnicas de la información y documentación. España : CINDOC/UNESCO, 1992. p. 458

[2] IZQUIERDO ALONSO, Mónica. Una aproximación interdisciplinar al estudio del usuario de información : bases conceptuales y metodológicas. En: Investigación Bibliotecológica. Vol.13, no. 26 (ene.-jun., 1999) p.124

mayo 01, 2011

La biblioteca y la tecnología

En el nuevo orden mundial, propio de la revolución tecnológica, la información cobra un valor especial, pues se plantea como la panacea para el capitalismo, dado que “la información está al servicio de la fuerza, ella se convierte en potencia misma[1]. Cabe anotar aquí el adagio popular: quien tiene la información tiene el poder. Esto nos aventura entonces a plantear la biblioteca como un elemento condicionante de la dinámica económica, socio-cultural y política de las comunidades. Pues en la actualidad, cuando el pensamiento de nuestra época parece dominado por los problemas de producción, circulación, acceso, almacenamiento y posesión de conocimientos, vemos que la información juega un papel fundamental para los ejes de poder. Incluso “las tecnologías de la información y la comunicación predominan sobre las de la destrucción[2]. Y como dice Huyghe: “podría suceder que la expansión de las tecnologías suaves se acompañe de conflictos duros. Conflictos que tienen la información como arma, como envite y como objetivo[3]. Por consiguiente, las nuevas tecnologías de la información y la comunicación producen, adquieren, guardan, transforman, comunican y representan indagaciones que se convierten en el paradigma a seguir por las ciencias y profesiones relacionadas con la comunicación, la información, el conocimiento e incluso con la cultura.

Por lo que respecta a mi oficio, algunas de las tecnologías relacionadas directamente con el campo bibliotecológico son integradas por las tecnologías de la información y la comunicación; con ellas se hace la apropiación de los aparatos donde se instalan los programas propios para la optimización de los servicios. Es aquí donde la biblioteca se ve llamada a cambiar, pues su problemas anteriores de almacenamiento, conservación, organización y difusión pasaron a otro plano. La biblioteca se debe redimensionar a si misma como espacio virtual, como una de las tantas posibilidades de interacción, conversación y ejercicio entre los individuos; pero sin olvidar que, debe seguir expandiendo aún más su acción educativa, social y de promoción cultural en otros medios que no están en el ciberespacio, sino en la realidad social, pues para nadie es desconocido que la red sólo llega por ahora a una parte de la población y que en nuestro país esa parte es aún pequeña.

Es fundamental que la biblioteca se apropie e integre las nuevas tecnologías de la información y la comunicación. Debe ampliar y profundizar los puntos de contacto e intersección entre las personas y las culturas por todos los medios –incluyendo el virtual–, procurando sentido a la llamada “aldea global”, haciendo de las tecnologías de la información “herramientas útiles” para la movilización social, para la promoción y multiplicación de relaciones interculturales entre las sociedades. Con una ‘herramienta’ como la Internet, desde la catalogación y la clasificación, retomaríamos las palabras de Douplitzky, y se vería una nueva propuesta diferente a la de Dewey, pues la más reciente “propone nuevas formas organizadas de saber no excluyentes entre ellas, pero que contribuyen a formar diversas representaciones de la red[4]. Sin embargo, no se puede pensar que ese sería el único fin de la biblioteca como lugar de encuentro. Hoy, más que nunca, la biblioteca encuentra y renueva sus funciones políticas como transformadora de los sujetos y comunidades.



[1] HUYGHE, Francois-Bernard. “Algo marcial”, Les Cahiers de médiologie, 11, 2001, (Actes du Colloque de Cerizy, “Communiquer/Transmettre”, juin 2000).Traducido del francés por Jorge Márquez Valderrama para la Especialización en Estética, Universidad Nacional, Medellín, enero de 2005. p. 7.

[2] Ibíd., p. 5.

[3] Ibíd., p.1-2

[4] DOUPLITZKY, Karine. Internet una nueva ecología del saber. Traducido del francés por Jorge Márquez Valderrama para la Especialización en Estética, Escuela de Estudios Filosóficos y Culturales. Universidad Nacional, Medellín, Enero de 2005. p.6

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