septiembre 24, 2009

LA BIBLIOTECA ES LLAMADA A LA DECONSTRUCCIÓN



Apoyándonos en el logo-centrismo la dicotomía ha sido el soporte de nuestra cultura occidental, el dos, la pareja, lo bueno y lo malo, lo oscuro y los falso, lo artificial y natural, alma y cuerpo, causa y efecto; existe un mundo verdadero y un mundo falso, existe un mundo que es fundamento de un mundo fundamentado o real, peor lo real debe tener un fundamento.

Nos creamos como hombres cuando tuvimos un referente de otro, pudimos sobrevivir puesto que intervenimos el entorno, el hombre se constituye de cuerpo, el cual delimita un espacio en un tiempo especifico. Su inquietud con la muerte, su impotencia ante ella, le ha determinado una cronología temporal, que necesariamente tendrá que vivir en un espacio designado.

Una dicotomía más para el hombre, tiempo y espacio. Pero desde el punto de vista estético cómo pudiéramos encajar esto?, sería mirar lo interior como el tiempo lo exterior como el espacio. Pardo nos aclara que nuestra mirada debe ser doblada y desdoblada, pues el tiempo no es más que el despliegue de la interioridad y el espacio el repliegue de lo exterior. “El tiempo es el espacio interiorizado, y el espacio la exteriorización del tiempo, el tiempo es un repliegue del espacio y el espacio una desenvoltura del tiempo: el tiempo concentra o condensa el espacio; el espacio distiende, expande y dispersa el tiempo. Las cosas experimentadas no son así más que concentrados de espacios-tiempos, redes de relaciones, lance y colecciones de diferencias.”[1]

En el ámbito bibliotecológico, es supremamente difícil posicionar a los sujetos como un cuerpo configurado por un devenir de sensibilidad y de sentido, pues ha replegado su acepción de usuario. Los usuarios son individuos o grupos de personas, los cuales viven y poseen la capacidad de enfrentan diferentes realidades, circunstancias y problemas, en esta última ellos necesitan identificar los requerimientos informacionales necesarios y la utilización de la información, para así poder resolver sus dificultades, ya que utilizan la información para la toma de decisiones o para aplicarla en procesos de decisión. Rendon Rojas, establece que “…el usuario se encuentra dentro de la dinámica del proceso de comunicación social documental... ( )es el ser humano (ideal) que puede exigir satisfacer ciertas necesidades de información documental”[2], la cual es la que hace que él sea “el origen y fin de la actividad bibliotecaria. Él es el que motiva el proceso informativo con su deseo de satisfacer una necesidad de información y sólo con la satisfacción de ésta se culmina tal proceso”[3]. Retomando el texto “Los Usuarios” de Claire Guinchat y Michel Menou[4], se puede decir que el elemento fundamental de cualquier biblioteca, es el usuario; el cual representa el eje central, además interfiere en casi todas las operaciones de la cadena documental, en gran medida por ser él quien utiliza las fuentes de información y es el generador de nueva información y conocimiento.

Esta visión independiente que pueda o no ser la correcta para el campo bibliotecológico, da cuenta de que a el usuario no se le toma como un cuerpo configurado por un habitus y un habitat, desde los cuales el primero crea un medio técnicamente eficaz, asegura un marco al sistema social y pone un orden a partir de allí a lo circundarte, en tanto que el segundo es un dispositivo de exteriorización, con ese dispositivo pongo en algo a la síntesis de una historia que se lleva luego para la memoria (monumento).

Entonces, se pudiera pensar que la bibliotecología ha tomado como bandera su función social y como estandarte al usuario, sin embargo, ella misma no puede concebir al usuario sino como alguien en busca de una necesidad informacional; cómo representaría así su función social y transformadora, en caso de ser así. Con relación a esto la biblioteca sería solo un espacio para disponer de estantes llenos de libros, y que en dicho lugar solo se propicie la satisfacción de necesidades informativas.

La visión de una biblioteca con un claridad de sus usuarios como mercaderes de información hace a la configuración del espacio bibliotecario como el predispuesto por “una cultural material, al disponer de las cosas en orden a crear ciertos espacios, estable las condiciones para que tal o cual acontecimiento tenga lugar, y del acontecimiento sólo sabemos, en definitiva, por las huellas que ha dejado en el espacio, por el espacio que ha constituido con esa suerte de decoración cultural. En este aspecto en el que el espacio se nos aparece como algo cercano, como el conjunto de las formas de estilización de la existencia configuradas por los diferentes muebles e inmuebles que lo pueblan.”[5]

Los usuarios de las bibliotecas no dejan de ser sujetos que es producto de sus hábitos y que consiste en su memoria, así mismo la biblioteca no deja de ser el monumento donde se accede a la memoria colectiva. Este acceso se propicia en la mayoría de los casos por el acceso a los documentos.

Los documentos son toda base de conocimiento expresada en un soporte material y susceptible de ser utilizada para consultas, estudios o pruebas, según Lopez Yepes y con base en dicha definición Briet expresa que el documento es “todo indicio concreto o simbólico, conservado o registrado con el fin de presentar, reconstruir o probar un fenómeno físico o intelectual”. El concepto así tratado posee un sentido muy amplio y todo puede ser interpretado como documento. Tanto lo que tiene una expresión material no sólo lo estricto: manuscritos e impresos, folletos, hojas sueltas de propagandas, sino también gráficos, fotografías, dibujos, planos, películas, discos, cintas magnetofínicas, estadísticas, e incluso monumentos, objetos de la vida cotidiana producidos por el hombre o cualquier cosa natural que representa cierto fenómeno”[6].

Según el Diccionario de Bibliotecología y Ciencias de la Información de Martinez de Souza el documento es : “Expresión del pensamiento por medio de signos gráficos (legras, dibujos, pintura, etc.) sobre un soporte (piedra, pergamino, papel, lienzo, película, cinta, etc). Dichos aspectos son el simbólico (signos materiales) y el semántico (pensamiento) del documento, que aurados al aspecto pragmático (sujeto creador y usuarios) nos da un acercamiento semiótico al estudio del documento”[7]. El mismo autor, Rendón Rojas, propone la identificación de los documentos por sus propiedades : capacidad de conservar la memoria social y su función comunicativa social. Y que es “un instrumento de autoconocimiento, al consultarlo nos remite a la comunidad humana de la cual somos elementos”.

Lopez Yepes define el documento una perspectiva antropológica y cultural, y es “la objetivación de un conocimiento en un soporte material con la posibilidad de ser transmitido. Objetivación y posibilidad ser transmitido son las dos notas que configuran la naturaleza del documento”[8]. “Semánticamente el documento nos trasporta al mundo de la información, denota “intenciones del alma”, es decir, conceptos, juicios y argumentaciones ésta es su finalidad específica”[9]. Es un instrumento de autoconocimiento que al consultarlo nos remite a la comunidad humana de la cual somos elementos.

Sin embargo, se puede decir que los documentos de biblioteca son “aquellos que han sido difundidos en general, que representan, por lo común, productos intelectuales íntegros por sí mismos y que tienen su origen en fuentes múltiples y diversas. Son, o se proponen ser, una obra completa. Cuando se encuentran divididos en partes, su unidad viene expresada habitualmente en los propios documentos y ha sido definida por sus autores, compiladores, editores, productores o impresores. Pueden ser manuscritos, impresos, audiovisuales o electrónicos”[10].

Siendo así las cosas, podemos ver que existe un visión tradicional de la biblioteca, en la que ella se ha percibido como albacea del conocimiento o memoria social registrada, sin embargo, la modernidad, los modelos económicos, los avances tecnológicos, las nuevas estructuras sociales y las nuevos usuarios de la biblioteca, hacen que ella se virtualice, se desterritorialice, incluso se podría decir que ella se debe deconstruirse para así territorializarse en aras de los nuevos acontecimientos institucionales que surgen en la actualidad.

Es así como la bibliotecología se enfrenta ante nuevas formas de tiempo y espacio, a reestructurarse como cuerpo, así mismo a percibir a su usuarios como cuerpos, esta disciplina debe transformar su mirada miope a nuevas visiones de su que hacer, esta llamada a realizar una desconstrucción de su fundamentación y a encarar una reflexión critica de su que hacer.

BIBLIOGRAFIA
[1] PARDO, José Luis. De las formas de la exterioridad. Valencia : Pre-Textos, 1992 p. 35
[2] RENDÓN ROJAS, Miguel Ángel. La ciencia bibliotecológica y de la información ¿tradición o innovación en su paradigma científico?. En: Investigación Bibliotecológica. México. Vol. 14, no. 28 (ene.-jun., 2000). p. 81
[3] Ibid., p. 81
[4] GUINCHAT, Claire; MENOU, Michel. Los usuarios. En: Introducción general a las ciencias y técnicas de la información y documentación. España : CINDOC/UNESCO, 1992. 555 p.
[5] PARDO, José Luis., Op. Cip., p. 17
[6] RENDON ROJAS, Miguel Ángel. Op.cit., p. 85
[7] Ibid., p. 86
[8] Ibid., p. 88
[9] Ibid., p. 88
[10] SETIEN QUESADA, Emilio. Teoría biblioteco-informativa en la esfera de la cultura cubana contemporánea. En: Ciencias de la información. La Habana. Vol. 24 No. 3 (Sep. 1993); p. 8

(Febrero 2005)

2 comentarios:

  1. Toc toc, pase por aquí y pronto volveré. Un abrazo monita...La vecina!

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  2. Como dirían las gomelas "despetacular".

    Es una gran noticia, un gran evento, una esteticidad de palabras y pensamientos, y juegos, y luchas y mariposas.

    Me place haber leido el blog y esttaré al tanto cada que publiqués artículos.

    Un abrazo y una felicitación por el espacio...

    toto

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